El Puerto Accidente de tráfico: vuelca un camión que transportaba placas solares

He participado recientemente en la Marcha cicloturista por la Vía verde entre ríos, que lleva reclamándose veinte años, ahí es nada. Ha coincidido en el tiempo, desgraciadamente, con dos atropellos múltiples que han tenido lugar en las últimas semanas y que han acabado con tres ciclistas muertos y varios heridos. En ambos casos, la conductora dio positivo en la prueba de alcoholemia. Quizás España no es país para ciclistas, el uso de la bicicleta se convierte demasiadas veces en una actividad de riesgo. Los datos de la DGT apuntan que en los casos de accidentes en los que hay coches involucrados, seis de cada 10 veces el conductor incumple alguna norma o sobrepasa los límites de velocidad. El uso del coche sin responsabilidad se convierte en un arma mortífera y cuando el encuentro es con ciclistas o peatones que, indefectiblemente pagarán el golpe con su cuerpo, mucho más. Pero me temo que topamos con el problema de siempre. Por un lado tenemos un país de pícaros donde saltarse la norma es un deporte nacional y, por otro, falta cultura y educación suficiente como para avanzar hacia posiciones más cívicas. Está claro que para el cafre que va al volante, el ciclista es un pringao que viene a estorbarle el paso; del mismo modo que, para los políticos, los que reclaman carriles bicis son solo una panda de verdes radicales a los que no merece la pena hacer demasiado caso. Así que la marcha de hoy, celebrada por cuarta vez con ciclistas de Sanlúcar, Rota, Chipiona y El Puerto, probablemente no sirva para nada. Pero no me he venido de vacío. He compartido encuentro, carretera y tomates ecológicos con un grupo de ciclistas muy majos, entre ellos uno de 8 años y otro de 82. En los dos veía las actitudes que podrían dar vuelta a la situación: ilusión y respeto. Si se volvieran contagiosas, probablemente ni siquiera harían falta carriles bici. Lástima que por ahora la intolerancia se lleve más que el respeto. Los tiempos no vienen bien dados para ceder el paso. Por desgracia, no somos un país verde, más bien estamos verdes en cultura cívica.

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