¿cuánto debe madurar un adolescente en un par de cursos? En el actual sistema educativo, el salto de ESO a Bachillerato es brutal. Se pasa de unos años en los que la nota no tiene apenas peso en el expediente, a la exigencia preuniversitaria. La primera sinrazón es que obtener plaza en un ciclo formativo es difícil si se ha obtenido la titulación de secundaria con suspensos. Pero no es impedimento para matricularse en Bachillerato. Y aquí viene la siguiente incoherencia: como en este país no se valoran las Humanidades (aún se oye "el que vale, vale y el que no a Letras") eligen un Bachillerato de Sociales creyéndolo más fácil. En muchos casos, para huir de las Matemáticas, se matriculan incluso en Latín. Así, un alumno que no haya aprobado Lengua desde 2º de ESO puede verse ahora con Lengua castellana, francesa, inglesa, latina y quizás hasta griega. Como resultado, el único esperable: fracasos, abandonos, repeticiones... La nota de este primer curso ya hace media con la de 2º, pero en clase el ambiente es variopinto, no todos se dan cuenta a tiempo de que sus resultados influirán selectivamente en los estudios que quieran cursar en el futuro, aún hay muchos que no se lo toman en serio porque no es la opción que querrían estar haciendo. Tras este panorama, los supervivientes abordan 2º de Bachillerato. De repente, profesores y alumnos actúan bajo presión, solo se habla de Selectividad y notas medias. No pueden permitirse ni un solo resbalón. Hay un perfil de estudiante esforzado que se mueve entre el 5 y el 8, al que nadie parece valorar, que no podrá elegir sus estudios universitarios. Se tendrá que conformar con lo que sobre. Pero ¿tiene que ser así? ¿Hemos perdido el Norte? Las salidas profesionales de muchas de las carreras que exigen notas tan elevadas son escasas o nulas, en absoluto hay relación con su nota de acceso; muchos de nuestros titulados tienen que salir del país para encontrar empleo... Es hora ya de recapacitar y reaccionar. El esfuerzo humano y económico que estamos invirtiendo en esta generación tiene que obtener su recompensa. O ¿preferimos seguir aportando camareros muy cultos a la restauración londinense?

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