Análisis

ana sofía pérez bustamante

Que si quieres arroz, Catilina

Ya voy viendo bares que se preparan para nuestra primera comunión con la españolidad en la fase 1 del desconfinamiento. Lunes 11 de mayo: la peña del Bare Nostrum recibirá su primera cerveza en comandita y volverá a sus etílicas andadas (pero poquito a poco, con tranquilidá). Entra una alegría por el cuerpo. O tres o trescientas mil alegrías: tantas como personas hacen ahora deporte de 8 a 11 de la noche. No recordaba yo tanta afición, tanto ciclista obeso ni tanto patinador calvo haciendo ochos de espaldas por el paseo marítimo. ¿Será verdad que esta pandemia anuncia la Era de Acuario, una renovación del concepto de humanidad, una resurrección de la bondad solidaria? No quiero ser aguafiestas, pero me da la impresión de que vamos estando un poco aburridos de aplaudir en el balcón a las 8, y ahora es la hora en que se manifiestan, gloriosos, todos los cobardes anónimos del mundo. No solo son los wasaps conspiranoicos: la universidad arde con las quejas de la teledocencia, los profesores obsolescentes (o directamente obsoletos) no damos abasto y florece ese tipo de alumno flojo, artero y manipulador que confunde el aprobado con un derecho universal. Cuando tantas pymes han quebrado, y tanta gente está en paro temporal o indefinido, el gobierno promete un salario vital. ¿De dónde lo va a sacar, si a duras penas puede la Caja de la Seguridad Social cubrir las pensiones? (Cierto que el coronavirus nos está liberando de mucha clase pasiva). Para dar ejemplo, el gobierno nombra veintitantos cargos a dedo: 2,3 millones de euros anuales adjudicados a un montón de parásitos de esos que no sirven para nada pero tampoco mueren nunca: lo mismo son concejales que diputados, consejeros de empresa que adornos de algún organismo internacional. (Gestores.) Porque nosotros, los contribuyentes, somos tan tontos que parecemos buenos. Eso, si sobrevivimos al misterioso comité "científico" de expertos que preside ese ácaro despeluchado al que llaman Simón. ¿Regeneración? Ganas me dan de citar a Cicerón: "¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?". Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? (Catilina, ojo: no Catalina).

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