Antes de que mi amigo Pepe vuelva a hacer notar mi viraje a lo Rodríguez de la Fuente, diré que el verano me incita a la observación de la naturaleza en vivo y mediante documentales. De ahí que caiga en estas reflexiones sobre el comportamiento humano y animal. Tendemos a creer que somos los más inteligentes y sociales y, aún siendo cierto, lo es con matices. Hay primates que se las arreglan para acicalarse unos a otros y así relajarse. Los perros de la pradera viven en grandes comunidades que pueden llegar a los mil individuos y tienen vigilantes que alertan al resto del peligro. Hay muchos otros animales que colaboran para vigilar, cazar o defenderse. Así lo hacen leones, delfines, cebras, lobos… Pájaros de poca envergadura se mueven como en enjambre frente a la amenaza de halcones o búhos de modo que, al colaborar, se protegen todos. Hay un interesante estudio que demuestra que especies cuya cooperación ha evolucionado, son capaces de colonizar ambientes hostiles, mientras que aquellas en las que los individuos no se cuidan entre sí, no sobreviven. Abejas y hormigas tienen incluso repartidas las tareas de funcionamiento.  Las hormigas coloradas pueden unirse en enormes grupos formando balsas vivientes, si así lo necesita la colonia para atravesar un río o sobrevivir a una crecida.

R. Margalef afirmaba que la evolución tiene que bailar al ritmo de los cambios constantes del ambiente y solo sobrevivirán los organismos mejor adaptados. Si la teoría de los darwinianos es cierta, los humanos tendríamos que estar adaptándonos para cambiar lo que dentro de poco será irreversible. No veo, sin embargo, una preocupación auténtica. Cierto que el poder está en manos de unos pocos, pero si nos unimos y cooperamos ¿no somos muchas más las hormiguitas obreras? La unión hace la fuerza, otorga un poder inimaginable. Una maroma es resistente porque muchos frágiles hilos se entrelazan en un solo cuerpo. El problema es que no aceptamos el “sacrificio” que comporta: comprar menos, reciclar más, cambiar un poco el estilo de vida...

O tomamos conciencia de la realidad o demostraremos ser los animales más tontos, capaces de aniquilarnos en masa por puro egoísmo.

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