Omnia te vita perfuncta sequentur, tras tu muerte todo te seguirá, escribía Lucrecio, un día que no estaba para la molicie, ni para las posturas culturales vacías de su esfuerzo inicial, ni para putas, jamón y vino, como tantos sindicalistas que en el mundo están. Juro que hay días de sombra y cruz, y pequeñas cicatrices imaginarias, como una playa vacía.

Me viene al recuerdo, como pez a la carnada, el año que estuve de reposo en cama, con la biblioteca de mi tío Emilio, estudiante de Medicina, a mi entera disposición. Lo que me atrapó del todo fue el diario de mi tío, dónde iba apuntando anécdotas, del devenir médico de aquella isla extraña.

Anotaba obras, investigaciones y supercherías, por este orden. No me puedo resistir a subrayar la definición del amor del doctor X. "El amor es una entidad emotiva específica, que consiste en una variación más o menos permanente del estado afectivo de un individuo, con motivo de la realización de una sistematización exclusiva y consciente de su instinto". ¿Se entiende? Claro que no. ¿No parece una nota de prensa vacía e inarticulada de un político de ahora? Fino instinto de futuro que tenía.

El doctor XY, íntimo amigo, le contó que llevaba una temporada bebiendo copiosamente. Como un cosaco en una destilería. Incluso pasaba consulta con más alcohol que agua en sus tejidos orgánicos. Una caja de vino. Estando de guardia lo llamaron de urgencia para atender a una señora, que en un baile de sociedad, se sintió indispuesta. Al inclinarse sobre ella para auscultarla, se sintió mareado. Y murmuró en voz baja. -¡Qué borrachera! ¡Dios mío! ¡Qué vergüenza!

Al día siguiente, recibió un sobre con bastante dinero y una nota escrita. Su paciente de la noche, dama de alcurnia, le rogaba que fuese discreto y no lo divulgase. Ha sido usted el único médico capaz de adivinar qué me pasaba…Llevo tiempo bebiendo.

La agenda de mi tío era más novelesca y policial que las novelas de aventuras que atesoraba: Blanco Belmonte, Carlos Genoux, Pedro Antonio de Alarcón, Eduardo Peisson, Máximo Ramos, Noelle Roger…Gente perdida en el olvido, vita perfuncta, novela ida. Tiempo de arena y viento.

Mi tío en su despacho, que fue mi dormitorio durante mi reposo, anotaba también, procedentes de las revistas científicas de entonces, tratamientos extraños. Raros. No probados. Para estudiar. Aparecía un doctor Lesser, que como había muchos piojos, junto con chinches y liendres, y chupaban los malos humores, servían a la medicina. No sé si por birlibirloque o disfunción mental, Lesser aplicaba hasta con su posología el tratamiento para dolencias hepáticas. Nueve piojos en una sola toma, recetaba.

Con el tiempo, ahora recuerdo los piojos cervantinos. "Sabrás, Sancho, que los españoles, y los que se embarcan en Cádiz para ir a las Indias Orientales una de las señales que tienen para entender que han pasado la línea equinoccial, que te he dicho, es que a todos los que van en el navío se les mueren los piojos…".

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