Viviendo en Madrid, no me queda otra que hablar del maldito bicho. Ese virus que ha vuelto del revés nuestras rutinas diarias y nuestras conciencias. Cuando en Madrid decretamos el cierre, decidí quedarme y no volver a casa. Quién sabía si llevaba conmigo este mal. La aparición de casos a raíz de retornos me dio la razón. Fue fácil la decisión porque en Madrid ya veíamos la semana pasada la gravedad del problema. Hoy la constatamos con las cifras, con casi 6.000 casos, la mitad de todos los casos en España.

Vosotros ya vivís las mismas restricciones que tenemos en Madrid, con la suspensión temporal de la vida tal y como la conocíamos. Pero existe una diferencia fundamental. Vuestros hospitales todavía no están saturados. No tenéis aún contagio comunitario. No tenéis todavía esta sensación de peligro constante. Podéis mirar las cifras de contagiados con esperanza. En Madrid, hemos decidido dejar de estar pendientes. Por ahora, tenéis capacidad para hacer los tests. Aquí, hace días que se dejaron de hacer a aquellos con síntomas leves.

Estáis a tiempo, portuenses. Y creedme, está en vuestra mano. Haced caso, por favor, a las recomendaciones de las autoridades. A lo que dictamina el Gobierno. A lo que recomienda la Junta de Andalucía. A lo que nos pide nuestro Ayuntamiento en sus redes sociales. En Madrid, el tema no es una broma. Está en vuestra mano no llegar a esta situación. Lo digo con nula autoridad moral y sin ánimo alguno de alarmar; solo soy un paisano que no quiere que pase en El Puerto lo que estamos viviendo aquí.

Quedaos en casa. Hacedlo por los portuenses población de riesgo y con los que el virus podría cebarse. Por aquellos portuenses que no pueden quedarse en casa porque trabajan en supermercados, farmacias o desinfectando nuestras calles, por poner algún ejemplo. Por aquellos portuenses, héroes sanitarios, que si los casos aumentan sufrirán la saturación y el agotamiento. Nos necesitamos los unos a los otros y, cada uno, desde su posición, puede aportar su granito de arena. Aprovechad la ventaja que os ha dado el destino. Esa ventaja de haber aplicado medidas contundentes cuando las cifras todavía no eran alarmantes.

Saldremos de esta. Y el Puerto nos estará esperando. Con sus atardeceres en la playa. Con la majestuosidad de La Prioral. Con sus tapas en la calle Misericordia. Con sus cofradías por las calles. Con sus farolillos en la Feria. Con sus coplas por febrero. Con su Placilla rebosante. Con sus conciertos en la Plaza. Con su teatro en San Luis. Con su cine en San Agustín. El Puerto está ahí y no se irá. Hagamos, entre todos, que volvamos a él lo antes posible.

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