E STÁ usted entrando en la Ciudad Deportiva; el Poli, como lo llaman ustedes, y quisiéramos informarle de algunos aspectos que debería tener en cuenta antes de hacer cualquier tipo de comentario o broma que pueda ocasionarnos un disgusto. No en vano, aquí la gente viene a hacer deporte sanamente y no a hablar de política.

Recuerde que estos terrenos no son suyos, ni de su pueblo, sino de la Autoridad Portuaria. Por ello, pagan ustedes unos 100.000 euros al año para que puedan usar este espacio lleno de vida y luz. Quizá le resulte un tanto extraño, pero no es de su incumbencia interesarse por los negocios que podamos hacer en nombre de los puertos y los muelles de nuestra tierra. ¿Qué son 100.000 euros al año? Mucho menos tiene usted derecho a poner en duda la autoridad que nos ha sido conferida para la defensa del tráfico marítimo. Qué tienen que ver los puertos con el deporte terrestre, vaya usted a saber, pero lo importante es que sin nosotros, esto sería hoy pasto de turistas sin escrúpulos.

Al entrar en esta ciudad, está usted aceptando las normas que hemos impuesto para evitar interpretaciones erróneas y mensajes ofensivos contra nuestra entidad. Por ello, quedan terminantemente prohibidos los barcos, las piraguas o cualquier otra embarcación náutica, así como la pesca y el submarinismo en cualquiera de las pistas deportivas que tiene a su disposición. Por muy autoritaria que sea nuestra autoridad sobre los puertos marítimos, no querríamos gastar dosis de poder en contratar abogados y campañas de lavado de imagen.

Quizás, dentro de unos años, entreguemos este espacio al Ayuntamiento, junto a otros terrenos, a cambio de ciertos beneficios urbanísticos, de los que ahora mismo no vamos a hablar. Será entonces, una vez cedamos estos terrenos, cuando podrá usted hacer chistes y escribir coplas, si le apetece, sobre nuestra opaca naturaleza.

Mientras tanto, limítese a hacer o ver deporte y no haga preguntas artificiales. Bienvenido y disfrute de nuestros suelos.