Hoy me viene a la mente la imagen de aquel niño, sentado con la cabeza sobre los brazos apoyados en la barandilla del delantero balcón del segundo piso de sombra. El espacio privilegiado cuando no era corrida de reventón. Un niño ilusionado con un verano de Toros en El Puerto. Qué sencillo, ¿verdad? Con su abono “Especial Jóvenes”: más de diez corridas a mitad de precio. Aquellos fines de semana de tres días seguidos de Toros.

Con mirada perdida, pero concentrada…siguiendo la lidia y el comportamiento de los astados. Una madurez impropia para su edad, la albariza perfecta para crecer como aficionado. Con sus ojos claros, inexpertos pero expectantes para empaparse de aquella pasión que le cautivó desde pequeño cuando correteaba entre las botas del bodegón de su familia. Aquel niño que disfrutaba con una liturgia sencilla: almohadilla, pistachos, prismáticos y un amigo a cada lado. Uno de Ponce, y el otro de Morante. Él, siempre fiel a su admirado Joselito. Aquel niño que prefería la revista 6 Toros 6 a los cromos de Panini. Que escuchaba a Manolo Molés cada domingo de madrugada.

Clave en su vida fue la apertura de una cafetería taurina cerca de la Plaza. Por allí apareció una tarde, con el alma al descubierto…Desde entonces, una parte de él vive allí, en “El Paseíllo”. Llegó tímido, reservado, cauto. Aquel niño que iba a ver las ferias por “el plus”, y escuchaba atento lo que en esa barra se hablaba. Con Paco Moreno como director de lidia de las tertulias. En esa sacristía de la verdad fue madurando, como aficionado y como persona. Llegaron nuevos amigos. Y su compadre Miguel, la segunda sombra de aquella mítica foto en la Plaza de Nîmes, el viaje de su consagración como aficionado.

Pasada la niñez, dejó el segundo piso de la Plaza para recorrerse cada tarde el callejón con su micro de Radio Puerto. Alto y robusto, pero con ojos brillantes cada vez que tenía delante a las figuras del toreo. Siempre con humildad. Cediendo el protagonismo. Con el único de afán de arrimar el hombro por la Fiesta.

Hoy hay “Toros en El Puerto”. Y aquel niño volverá a apoyar su cabeza en los brazos. Con la misma ilusión, pero con las cicatrices propias de las “cornás” de la política. Alguien se lanzó a cuestionar el número de horas que dedicaba a su labor. Seguro que desconocía que lleva desde niño desvelándose por la Fiesta. Con poco artificio y mucha verdad.

Dicen que eres concejal, incluso político. Yo no me lo creo, porque no eres más que aquel niño que quiere con locura a su Plaza. Por eso prefieres el trabajo a la foto. Así que, apoya los brazos y disfruta de tu Plaza. Esa que lleva meses remozándose para celebrar hoy su 140 Aniversario. Dios no siempre reparte suerte en El Puerto, por eso llegas con el traje hecho jirones, pero con la satisfacción del deber cumplido. Con tus errores y tus aciertos, pero con la inmensa honestidad de aquel niño que un día apoyó los brazos y soñó con devolverle a su Plaza todo lo que ella le había dado.

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