El fútbol moderno es de los centrocampistas. "Cuando seas entrenador vas a querer poner a todos los centrocampistas que tengas en el equipo", cuenta Xavi Hernández que le dijo un día Pep Guardiola. Yo coincido con el de Sampedor, para mí el mejor entrenador del mundo desde hace años, en tal afirmación. Por eso, aunque sigo confiando ciegamente en Álvaro Cervera, hay algunas cosas que me chirrían. La que más, la costumbre que tiene el Cádiz de jugar sin mediapunta. Si la misión de Rubén Cruz es ser el primer defensa del equipo, mal vamos. Este futbolista puede ser disciplinado, ordenado, solidario y todas esas cualidades que los técnicos otorgan a aquellos jugadores que no están tocados por la divinidad, pero para mí un mediapunta que en temporada y pico no ha sido capaz de ver puerta no es un mediapunta. Echo de menos a un Pavoni, un Zárate, un jugadores capaz de coger la pelota entre líneas y encontrar espacios entre los defensores. Quizá Perea pueda hacer esa función, pero lo que está claro es que Rubén Cruz no.

Otro aspecto que me preocupa. Fallar un penalti, es un accidente; fallar cuatro de cinco es un problema. Para cualquier equipo que le piten una pena máxima a favor es una bendición, pero para el Cádiz parece un motivo de preocupación. El sábado los cadistas hicieron un héroe al portero del Osasuna con lanzamientos miedosos, sin convicción, casi apurados.

Por último, me encanta el Plan A del Cádiz: defender juntos, no conceder espacios y salir rápidos por las bandas cuando se recupere la pelota. Genial. Siempre y cuando tenga a los dos puñales en forma. Pero ¿qué más? ¿Hay un Plan B? Aitor, que hacía las veces de revulsivo el pasado año, juega peleado consigo mismo, Nico Hidalgo no acaba nada de lo que empieza, Moha tiene potencial pero ha desaparecido. En fin, que la realidad de la Segunda División es muy dura.