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Análisis

manuel campo vidal

Pintan bastos en la política española

De la lluvia de insultos en la precampaña electoral hemos pasado a la granizada. La ansiedad en algunos candidatos es manifiesta y, aunque todos aseguran que van a ganar, hay quien puede caer hasta muy cerca de la mitad de lo que tenía, o de las expectativas que les hicieron creer. El promedio de encuestas destaca que hay tres partidosdonantes de voto, los que encabezan Casado, Iglesias y Puigdemont. Y cuatro formaciones que subirán: el PSOE, que puede recibir desencantados de Unidas Podemos, más abstencionistas y muchos que pensaban votar Ciudadanos antes de su volantazo a la derecha; subirá Ciudadanos, aunque lejos de las encuestas que hace un año proclamaban a Albert Rivera presidente demoscópico de España; Esquerra Republicana, que recogería el hartazgo de la mitad de los seguidores de Carles Puigdemont, cada vez más radicalizado pero todavía con apoyo significativo gracias a TV3; y, por último, la revelación, Vox, que saltaría de cero a varias decenas de diputados. Dos, tres, cuatro, o quizás más. Es la gran incógnita.

Las dos frases más frecuentes de estas semanas en conversaciones de la ciudadanía se refieren al hastío por los insultos -que hieren más al que los profiere que al destinatario- y al ascenso percibido de Vox en todas partes: en los barrios de Sabadell, según relata su alcalde, independentista; en los mítines de Santander, Córdoba, Valencia o Ciudad Real; y en algunas universidades privadas de Madrid. "Critiqué a Vox el jueves en una conferencia y era apreciable el malestar de muchos alumnos", relata Josep Ramón Bosch, una personalidad caracterizada por su defensa de la Constitución. Cuando habla Santiago Abascal en un programa de televisión enmudece el personal en cualquier bar y crece la atención. Puede ser curiosidad, sí, porque es la novedad, pero acaso exprese el silencio del indeciso. Casi un millón de votantes dudaría aún entre Vox y el PP, mientras que otro millón navega sin rumbo decidido entre Ciudadanos y PSOE. La opción cristalizará al final, por lo que la sorpresa parece garantizada. Campaña clave.

Las muestras de intolerancia crecen. El incidente contra la popular Cayetana Alvarez de Toledo en la Universidad Autónoma de Barcelona fue penoso. Y un fiasco la publicidad de las juventudes populares con un cartel en el que aparecen en una playa las hijas de Pedro Sánchez, menores de edad. El lenguaje guerracivilista de Vox reconstruye una España felizmente superada en la que ahora pintan bastos. Aznar sale al rescate de un Pablo Casado que encadena errores, como el de la rebaja del salario mínimo, y llama a Sánchez el "candidato secesionista". Las pocas propuestas que reproducen los medios son las del todo a cien, como la subida del salario mínimo de golpe de 900 a 1.200 euros que proclama Unidas Podemos.

En ese cuadro escénico tan poco alentador, se aprecian, sin embargo, movimientos telúricos de reconstrucción de algunos espacios moderados. Por ejemplo, el proyecto Catalunya Segle XXI que trata de recuperar votos para un catalanismo moderado que pulverizó la radicalización de la antigua Convergencia i Unió. Estamos hablando ahora de elecciones españolas y europeas pero se huelen comicios catalanes en otoño porque la escapada de Torra-Puigdemont está agotada. Santi Vila, sería una opción.

Entretanto, el marianismo, aniquilado sin contemplaciones por Casado, solo da fe de vida en Galicia. Respetaron a Ana Pastor, la única, que lanzó campaña en Pontevedra acompañada por Alberto Núñez Feijóo (siempre incógnita) y por Mariano Rajoy, que estaba archivado en su Registro de la Propiedad. Disciplinadamente pidió el voto para el PP. Un caballero.

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