Análisis

ROSARIO TRONCOSO

Peter Pan debe morir

Se empeña mi hija de 10 años en ver 'El juego del calamar' porque sus amiguitos lo ven

El título de este artículo es un guiño a la compañera autora Carmen Moreno y su novela Principito debe morir, que recomiendo por supuesto. Son Principito, Alicia o Peter, símbolos absolutos de la inocencia desubicada y que caduca pronto, o que ya ha caducado abruptamente, las más de las veces de forma forzada y forzosa en estos tiempos sórdidos. Se empeña mi hija de diez años en ver El juego del calamar, porque muchos amiguitos de su quinta lo ven, y se desespera al encontrar en mí un muro insalvable. Tampoco me cansa vigilar qué ve en Youtube, ni desfallezco al prohibir el uso de aplicaciones donde pueda exhibir su candidez y su mirada limpia ante ojos desconocidos y siempre terribles. La batalla en casa y en el colegio debe ser la misma, en el mismo bando, y así evitar fuegos cruzados. Salvaguardar la infancia del exceso de velocidad y de los depredadores de la alegría. Tener muy claro que el objetivo principal de los hombres grises y los calamares gigantes que engullen nuestra tranquilidad, es matar a Principito, robar la fe, cargarse a Peter Pan, aniquilar para siempre su sombra, y dinamitar todos los caminos amarillos que lleven directos a la magia. Que la caducidad llegue lo más tarde posible, pues nuestra corta vida es larga y no está exenta de pantanos de la tristeza. Que Peter Pan o Principito deban morir no debe interpretarse como una afirmación: es una exhortación, una orden contra todo lo puro, o simplemente, analógico. Por eso asusta. No deben morir, claro que no. Peter Pan siempre debe agarrarnos la mano para volar a Nunca Jamás. Pero no hay elefantes en sombreros, ni islas con Piratas, sino francotiradores. Y lo peor es que incluso llegamos a normalizar que nuestros niños dejen ser niños mucho antes de ser conscientes de su propia infancia, y créanme, los días se les harán interminables, lentos y tediosos, pues a muy corta edad ya serán yonkis de la catástrofe. Y no es exagerado que haya preocupación por el Halloween que se aproxima. Que se llenen las calles de los hijos de la inconsciencia a mí me aterra un poco, qué quieren que les diga, y no me considero para nada mojigata. A los zombies hay que respetarlos, por veteranos, ¿no creen? Y van a ser desbancados por el agresivo marketing de una serie horrible, que no tendría ninguna importancia si no fuera la punta del iceberg de un problema mucho más profundo. De momento, y no me importa ir a la contra de los opinaderos oficiales, en casa al menos no entraremos por el aro del calamar, mal alimento para mentes en crecimiento. Principito, Peter Pan y Alicia están a salvo, y es por escuchar a la niña interior que me grita, con cierto egoísmo quizás, porque, a estas alturas, ¿qué haría yo sin ellos?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios