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Análisis

rogelio rodríguez

Pelea de brujas

Que el PP ligue su dicha a un pacto con Vox es también una victoria para Sánchez

Los principios de Pedro Sánchez son mutables, así que no parece que el seísmo político escala 8 ocurrido en las dos últimas semanas haya arruinado los planes de su denso equipo de estrategas, muñidores, junto a la insensata Inés Arrimadas, de una operación de derribo contra los gobiernos del PP en Murcia, Madrid y Castilla y León. Las mociones de censura presentadas por PSOE y Podemos con el imprescindible y sorpresivo apoyo de la dirección naranja significaban un golpe decisivo al poder territorial de los populares que, presumiblemente, tendría un efecto dominó. Acreditada la versatilidad de Arrimadas y su despecho hacia Pablo Casado por su terquedad en absorber a Cs, Sánchez se empleó en seducirla y la ingenua lideresa le entregó su suerte y la de su partido, confiada en sobrevivir con las migajas del botín. Pero la emboscada fracasó por la decisiva reacción de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, convocando elecciones, y la rebelión de varios diputados autonómicos de Ciudadanos, unos por razones ideológicas y éticas y, otros, cediendo al soborno guerrillero del PP.

El fiasco ha sido tremebundo, sobre todo para Arrimadas, condenada a protagonizar el más que previsible obituario de Ciudadanos, y no tanto para Sánchez, en cuyo tablero de estrategias este percance solo ocupa la casilla de una tregua para rearmarse ante la siguiente acometida, que -tal vez no por casualidad- se produjo de inmediato con la súbita renuncia del vicepresidente Pablo Iglesias para presentarse como candidato de Unidas Podemos a la presidencia de la Comunidad de Madrid. La supuesta turbación de Sánchez por la renuncia, sin previo aviso, de su brazo izquierdo en el Gobierno, huele a trampa. Ha dicho que lo desconocía, pero es sabido que su palabra tiene el valor de la falsa moneda. Iglesias, a pesar de su feroz megalomanía, ha demostrado que su hábitat es otro. La demagogia, la agitación y el populismo casan mal en cualquier Ejecutivo, pero más aún dentro de la Unión Europea. Recordemos el caso de Tsipras y Varoufakis en Grecia. Y es que, además, desde que tomó asiento en el poder y domicilio en el chalé de Galapagar, las perspectivas electorales de Podemos han quedado retratadas en el País Vasco, Galicia y Cataluña. Ni Iglesias podía llegar a más ni un Gobierno de España a menos.

El líder morado debía salir del Consejo de Ministros y qué mejor ocasión que ahora, investido de sacrificado salvador de un partido al que los sondeos ubicaban ayer fuera de la Asamblea madrileña. Lo necesita él, lo necesita Podemos y, descartado Ciudadanos, lo necesita Sánchez para movilizar a la extrema izquierda. El candidato socialista, Ángel Gabilondo, puede obtener un buen resultado, pero insuficiente. Y en esa posible suma también figura Más Madrid, que cuenta con 20 diputados. La puntada lleva hilo. Las brujas han dicho a Díaz Ayuso que arrollará el próximo 4 de mayo. Es probable. O no, dicen los hechiceros de La Moncloa. Para Sánchez, que el PP ligue su dicha a un pacto con Vox es también una victoria. Iglesias ya se ocupa de lo que llama "derecha criminal". Es lo suyo.

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