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Análisis

Montiel de Arnáiz

Pedro Sánchez

Lo de Borrell ha sido un golpe sucio al independentismo y por ende me mola

Tras la triste dinámica del ensayo-error que parecía haber finiquitado la carrera política de Pedro Sánchez, el líder socialista ha logrado retorcer su colmillo y convertirse en estadista: "Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor", ya saben. Se ha notado que Sánchez ha revisado House of Cards y Juego de Tronos (Borgen, me apuntaban también) y algo de ese amor intenso por el poder absoluto ha arraigado en él, furibundo vagabundo kungfuciano sin perro ni flauta. Probablemente haya tenido mucho que ver con el ascenso del otrora ídolo caído su equipo de asesores: desde el robusto José Luis Ábalos a la incisiva Adriana Lastra, pasando por la ex magistrada Margarita Robles, que siempre me recuerda a Celia Villalobos, no sé por qué.

Pues sí, Pdr resurge de sus cenizas y conquista la Moncloa con una moción de censura que, como el movimiento de las tijeras de ajedrez, ha dañado a varios adversarios a la vez. Me persuado de que el principal enemigo no era otro que Albert Rivera, reconocido Susanista, que más pronto que tarde acabará por aprender que las intenciones de votos son esos hijos huidizos que se arrojan de madrugada por las tazas de los wáteres.

Rajoy se aferró al sillón gubernamental de un modo inversamente proporcional a lo que tardó en despedirse de la presidencia del Partido Popular, bobalicón y saludando al tendido. Pablo Iglesias, aturdido aún por el bofetón mediático de la compra de su chalet de millonario, acopia oxígeno mientras sus bases componen una oferta electoral que aglutine a cuanta más izquierdas mejor para lograr que salte la banca D' Hont, al tiempo que planea el salto autolítico al vacío de Sánchez de aquí a enero de 2019.

Hubo cábalas con los ministerios de Sánchez. Algún maledicente predijo que incluiría a Íñigo Errejón como independiente y los cachondos hablaban de Jordi Hurtado encabezando el Ministerio del Tiempo. Yo hubiera propuesto a Monedero como titular de Hacienda o de Igualdad, sus ramas predilectas. Dicho lo cual, me gusta la arriesgada composición ministerial que ha ido desvelando Pedro Sánchez con puntualidad progresiva y armónica.

Reconozco que lo de Borrell ha sido un golpe sucio al independentismo catalán y por ende me mola. Que la consejera andaluza de Hacienda se mude a Madrid, tiene también estricnina, que decía mi abuela, y que Pedro Duque asuma Ciencia y Universidad genera esperanza. El nombramiento de Dolores Delgado, Fiscal tuitera, como Ministra de Justicia ilusiona a los juristas españoles: ¿le dará tiempo a solucionar algún desaguisado heredado de Gallardón y Catalá? Eso sí, el guiño feminista de Sánchez -al que bautizan con sorna "el Breve"- al introducir una pléyade de mujeres en su consejo de ministros no tiene por qué ser necesariamente bueno ni malo a priori. Desde luego, estos nombramientos son mucho más representativos que el simple cambio de nomenclatura presentado por tres falocéntricos con aires mesiánicos. Suerte a Sánchez, suerte a España.

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