Como cualquier sociedad que ha llegado tarde al bienestar, tenemos al coche en un pedestal. Esa mayoría de gente para los que el coche es un símbolo de su estatus necesitan aparcar en la puerta de su casa y que su vehículo privado les lleve a la puerta del trabajo. Van a todos lados con sus coches, orgullosos del artefacto que han podido comprar y del papel social que pueden exhibir. Mientras en las sociedades del centro y el norte de Europa cada vez tiene menor importancia , la vida y las ciudades se organizan en torno a las personas, en España todavía estamos en la era del posdesarrollismo tecnocrático franquista, vemos el uso del transporte público y de medios alternativos como cosa de pobres frente al maravilloso coche que hemos comprado, con la reciente ampliación del parque móvil familiar con un segundo vehículo más pequeño para uso de la parienta o del niño que ya ha cumplido los 18. Para esa gente el carril bici y la peatonalización son un castigo divino, cosa de tiesos y de rojos. Usan la bicicleta una vez al año mientras no son capaces de aceptar que ya no puedan aparcar en el Paseo Marítimo. De hecho Carmena perdió la alcaldía por aplicar Madrid Central mientras lo que parece tener más enfurecidos a los gaditanos con el alcalde José María González son las limitaciones al vehículo privado. Todos tienen un cuñado que no viene a Cádiz porque no puede aparcar, una vecina o una tía (¡una madre!) en silla de ruedas a las que el Ayuntamiento ha castigado, según parece, a que los taxis no lleguen a su puerta en un diabólico ejercicio de maldad anticapitalista. Mucha gente se muestran indiferentes ante el futuro de la ciudad pero reaccionan con agresividad porque, según dicen, les cuesta aparcar. De gañote, añado yo. Claro que se puede aparcar en Cádiz, hay miles de lugares donde hacerlo, lo que ocurre es que la mayoría lo quieren hacer gratis en la puerta de casa o de su destino, cuando no es así echan por la boca rayos y centellas.

La realidad es que las ciudades que han promovido la peatonalización de paseos y del centro han mejorado la calidad de vida e incluso han visto aumentar el flujo turístico(Málaga). Para nuestra desgracia en Cádiz se anuncia más de lo que se da. Se peatonalizó, dicen, la plaza de Argüelles con el drástico método de un disco de circulación prohibida que nadie respeta. El resto es el efecto del carril bici, una obra excepcional, y de ese remedo ejecutado en el Paseo Marítimo que por ahora no contenta ni a ciclistas ni a los vecinos.

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