Puente de Ureña

Pasión por las salinas

Capataz, sota, cabatajo, cerramontón, cargador, espumero, el hormiguilla, el montonero, el vaciador, el peón, el salinero, el combero, el joraor, el verachaero, y por supuesto nombres de las mantas de fango y sal, conijales, arronces, cascarria, borriña: ¿Palabras ya para un museo lingüístico?

El otro día colgué en mi grupo de Amigos de Bachiller, un artículo sobre la carga isleña en una revista que me facilitó mi amigo Rafa Olvera, quien también está coleccionando todo lo referente a salinas. El artículo, más viejo que Noé antes del arca, contaba avatares de la carga, con los cargaores en el tiempo que fueron salineros. Entonces, el dilectísimo y muy recordado Paco Salazar, al ver el eco que despertaba en la columna, comentarios de Santos Chacartegui, Manolo Benítez Fornell (Chicla), José Luís Traverso González- la memoria del grupo-Pepe Mateo Saúco, Antonio Zapata Leal, Antonio Lebrero, Juan Luis Ruiz y Manolo Aragón, comenzaron a mover la historia y a plantearse el escribir un libro salinero.

Se mezclaban los ecos con el deseo de abrir un Museo de la Sal que tiene en proyecto la alcaldesa. Y en Cádiz seguimos apoyando el Congreso de la Lengua Española. Visto lo cual pregunto: ¿Qué era la sal? Además de cuadros y versos la sal fue tan valiosa que todavía hay tribus que comercian y pagan con ella. El cielo, blanco, eleva todo el sudor del mar. Es la sal sucediéndose a sí misma. Hecha de tiempo y alma de agua. O de polvo marino y sol. ¿Seguirá presente en la Isla tanta belleza? Creo que salvo en el Estanquillo, que fuera de la Salinera Chacartegui, o en la Salina San Vicente, actualmente del cuñado de Manolo Aragón, no se labra la sal isleña.

En las guías anuarios de San Fernando, años treinta, aparecen veintitrés salinas en uso y un censo directo de novecientos puestos de trabajo. Son esas salinas abandonadas en lo que hoy llaman parque natural y que se va tragando el caño, almirante de la mar. Aparecen oficios creo que cuasi extinguidos. Enumero algunos: Capataz, sota, cabatajo, cerramontón, cargador, espumero, el hormiguilla, el montonero, el vaciador, el peón, el salinero, el combero, el joraor, el verachaero, y por supuesto nombres de las mantas de fango y sal, conijales, arronces, cascarria, borriña. ¿Palabras ya para un museo lingüístico? Creo que sí.

Desgraciadamente. Perdidos los candrayes, marineros, sotapatrones, etc., también. En Gallineras, hoy club y muelle pesquero, que no se puede pescar, pobres aficionados a la caña y al caño, con salinas perdidas, donde el agua coloniza y recupera lo que fue suyo. En el léxico de las Salinas, prologado por Enrique Montiel, aparece un estudio "Acercamiento al habla de Gallineras (San Fernando)" elaborado durante el curso 82/83, aún inédito, que habría que investigar porque restituye las fablas a su lugar de origen. El Traverso, confiesa que fue con Santos Chacartegui a pescar al Estanquillo, y que el capataz, que trabajaba para el padre de Santos, les dio coba.

Yo, confieso ahora, por primera vez, que el gran Pintor Hernández Homedes, aficionado a la pesca, como nadie, me llevó a pescar a la salina Río Arillo, creo que se llamaba Tres Amigos, y tampoco atrapamos ni viento.

El gran monstruo de la literatura isleña, intentó salvar la sal, que pagara el palacio de Lazaga, hoy pleno desprendimiento de sí mismo. ¿Y la vieja almadraba abandonada? Así, con ese endecasílabo melódico puro, la recogía ya Berenguer en Marea Escorada, isla escorada, acabada, en la vieja marisma descuidada del Parque Natural.

Sin museo, ni esteros, hundida isla de la mar perdida.

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