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Análisis

PANDEMIA Manuel barea 11

Pandemia de bocachanclas

En qué quedarán todas las denuncias que se están interponiendo estos días por parte de la Policía por desobedecer el estado de alarma? ¿Se irán de rositas quienes tomándose a cachondeo la crisis, o simplemente porque no les da la real gana, se fuman el dictado de las autoridades y ponen en riesgo a los demás, no ya sólo a sí mismos? ¿Tenemos que afrontar el resto, porque sí, aguantándolos, soportándolos, esa cuota de antisociales, su naturaleza esquiva y marginal, su rebeldía de pacotilla, con un resignado "es que ellos son así"?

Porque sigue habiendo algunos que continúan insistiendo en que todo esto es una exageración. Y se jactan, muy ufanos, de que la cosa no va con ellos, y por eso no piensan ni actúan como los demás, que "aborregados" doblamos la cerviz y obedecemos sumisos todo cuanto se nos ordena sin preguntarnos por qué lo hacemos.

Sí, alguna que otra vez hay que dedicar un espacio del diario a escribir sobre el cretinismo (sin ninguna esperanza, la verdad, de que vaya a servir para algo).

En la puerta del desavío del barrio, con su joven propietaria esforzándose cada mañana por seguir surtiendo a sus clientes habituales del abastecimiento básico que les ha proporcionado durante toda la vida y al mismo tiempo currando para que los ingresos de su familia mengüen lo menos posible, aplicando todas las indicaciones habidas y por haber, atendiendo con mascarilla y guantes y guardando estrictamente la distancia de seguridad, la parroquia tuvo que oír, cuando ella espetó a alguien que hiciera lo mismo que los demás, la siguiente imbecilidad: "Si no me han matado las drogas ni las mujeres, no me va a matar un virus".

No era una de esas personas a los que nos ha dado por llamar colgadas. No al menos en su apariencia. A pesar de que se dice lo contrario, creemos que el hábito sí hace al monje. Pues éste no era el caso. No vestía chándal sintético con calcetines blancos con dos franjas verde y roja dentro de unas chanclas raídas y no iba a comprar una palmera de chocolate gigante. Su indumentaria era... digamos lo que se entiende por normal (tampoco era una fashion victim, desde luego). El tipo no contaba con la complacencia de nadie. Esta clase de personas no necesita el aplauso, no lo buscan. Hay gente que suelta una gracia para sí misma. Son todo en uno: payaso y público. No importa que no se ría nadie. Dicen su chiste y se ríen ellos solos. Se ven como superhéroes del chascarrillo. Y estos días más.

¿Pero qué importancia tiene todo lo anterior si ocurre esto otro?:

EH Bildu arrebató el martes a Navarra Suma la Alcaldía de Estella con dos tránsfugas socialistas en un pleno que se celebró de manera presencial -es decir, con la presencia de aquellos a los que le interesaba la maniobra política- pese al estado de alarma. El Gobierno de Navarra había aconsejado suspenderlo. Ni caso.

El poder por encima de todo, incluida la salud.

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