Puente de Ureña

Palabras

Hablo de la palabra usada para la mentira, para el insulto, para el engaño, para la falsa competitividad y la mala praxis política

En Navidad, toda la navidad -Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra<- pienso en la palabra. Y me dura hasta semana santa. Porque sonarán las siete palabras en el monte calvario, griego gólgota, y kranío, antes de la resurrección de la vida por la palabra, a lo mejor aquellas no traducidas que escribiera el maestro en la arena.

Y el verbo, palabra, se hizo carne. "Verbum caro factum es". Verbo, palabra. Compromiso. Porque eso era la palabra. Tenía tanto valor que la arqueología anda detrás de las palabras bíblicas intentando excavar vestigios que las contradigan. Sean ataúdes, osarios, murallas, éxodos, paso del mar rojo, el hermano del faraón Tutmosis, traducido a Moisés, todo para desacreditar el libro más leído y traducido del mundo. Escribí el otro día, a la vista de esto que en los ojos del tiempo la ceniza abarca el orgullo y la muerte. Ese es el velo del templo de los siglos y añadí, que, afortunadamente no hay moscas sobre Jesús. No hay cadáver, aunque sigan buscando sus restos para acabar con el cristianismo.

Pero voy a la palabra. Ahora que tenemos tecnología punta, teléfonos, ipad, ordenadores, wasapp, Facebook, se usan más palabras que nunca, pero ya no tienen valor. No hablo de mi amada filología que es la arqueología de la palabra. Hablo de la palabra usada para la mentira, para el insulto, para el engaño, para la falsa competitividad y la mala praxis política. Unas palabras secas, muertas, en la prensa diaria, despojadas de sentimientos y dolor, pasan por nuestros ojos, entran por nuestros oídos, buscando asustar, dividir, desunir, el duelo interno de la duda, el escalón de la tristeza.

Una palabra, hace ya mucho tiempo, sesenta o setenta años, valía tanto como una escritura. Un apretón de manos bastaba para respetar un acuerdo alcanzado por la palabra dada. Luego, de la Logse hacia abajo, ni la palabra vale nada ni se aprende a escribirla correctamente. Qué pena de la literatura y de la historia. Qué pena del manoseo político verborrágico, lleno de trasonistas y mateólogos.

La palabra, el lenguaje, nos separa del cosmos animal de la tierra, nos hace inteligentes, según se dice. El lenguaje hierve de palabras, rebosa adjetivando, a veces, necrosando. Olvidando el misterio que tuvo la palabra, que era la cadencia misma del pensamiento. Hoy, hojas muertas, caspa, serrín, polvo, osamenta, vacío y silencio. Sobre todo desde que la mentira ha tomado el corazón del lenguaje. ¿cito algunas? Buscar politiqueos diarios en las páginas de diarios, te enseñan palabras reforzadas con adjetivaciones "que la ciudad abra sus ojos hacia esas zonas, calles concretas, plazas de barrios o tramos de determinadas avenidas donde hasta el momento es el vehículo el claro dominante" por el cambio de calles, plazas o avenidas con mucho tráfico. ¿Tan difícil es la palabra directa al ciudadano? ¿Tendremos que escribir como postulaba Werner Beinhauer, quien dijo 'Porque las bifurcias que se juntan, con los reóforos de la peristemia...'.

De nuevo rezo. Hágase en mí según tu palabra. Porque pensemos en las que para nosotros todavía significan algo.

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