Esta palabra usada en literatura para describir acciones fatídicas o lamentables dará pie a titular este artículo. Todo empezó porque, después de cenar temprano, como casi siempre, buscábamos una serie. En los preliminares de una de ellas aparecían escenas con personas muertas y casas destruidas. No estábamos por la angustia y la pasamos. En la siguiente, la trama era el mal juego político: corrupciones, falsedades, desvíos de fondos públicos… Decidimos pasar de series y poner los informativos. Las escenas violentas e injustas de la guerra de Ucrania, o las comisiones excesivas y sin remordimientos que los “sin-ley” hacen de la compra de unas mascarillas en plena pandemia, consigue que los dos nos quedemos pensando si no sería mejor volver a lo anterior porque al menos, era ficción.

Tras las verdades casi increíbles de la pandemia, el azote del volcán de La Palma, y ante esta guerra injusta, todos nos quedamos atónitos. Fue y sigue siendo la tragedia hecha realidad. El dolor que persigue a tantos. Y entonces, como un respiro, nos llega la Semana Santa intentando normalizar la vida de siempre y devolver la esperanza a nuestras vidas. Aprovechemos para enseñar a los pequeños su cultura religiosa. Que admiren la estética y respeten el esfuerzo cofrade. Es como si la vida se reiniciara: las costureras acabando túnicas, las bandas ensayando, la casa con la chiquillería: el deseo de recuperar la vida social.

Si tres años antes nos hubieran preguntado cómo sería el futuro, ninguno hubiésemos podido imaginar lo que nos quedaba por sufrir. Ojalá que nunca regresen otras pandemias. Que se recupere la salud del planeta y sobre todo, que haya paz en todos los rincones.

Pero la paz, dicen los que saben, no se puede conseguir si no hay esfuerzo, perdón o capacidad de comprensión. No se podrá conseguir si no hacemos un mundo en donde se respeten los Derechos Humanos.

Cómo explicar que, siendo mayoría los que ansiamos la paz, permitamos que esos pocos poderosos, esos controladores de las acciones ominosas, provocadoras de nuestros desasosiegos... sean quienes decidan dónde o cuándo devolverla.

Redescubramos el primer significado de Cristo y la Piedad en nuestras calles.

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