Análisis

Manolo Fossati

Ojalá

Seguro que todo eso tiene sus razones, pero uno, a la contra, se teme un recinto abrasador en los mediodías de verano, en el que los peatones verán imposible cruzarlo a lo ancho sin sentirse como esa hormiguita a la que perseguíamos con una lupa bajo el sol

Están a punto de trasplantarse las seis grandes palmeras que han vigilado la Plaza del Rey desde que yo recuerdo. También se trasladarán otros seis de los 18 ficus que dieron sombra a la infancia, juventud y madurez de tantos en esta Isla. Bueno: dicen los urbanistas, y esos dirigentes a los que pagamos por saber, que de las obras en curso saldrá un espacio diáfano y apropiado para celebraciones masivas, aparte de que con esta actuación se resaltará el merecido protagonismo de la imponente fachada de las Casas Consistoriales. Además, se recuperará el sentido original de la plaza como campo abierto, al igual que ocurre en las plazas mayores de tantas ciudades españolas y europeas.

Seguro que todo eso tiene sus razones, pero uno, a la contra, se teme un recinto abrasador en los mediodías de verano, en el que los peatones verán imposible cruzarlo a lo ancho sin sentirse como esa hormiguita a la que perseguíamos con una lupa bajo el sol, a esas edades infantiles en las que la maldad no tiene límites. Sin embargo, uno puede también imaginar noches gloriosas aguantando en una terraza hasta que el relente impulse a la fuga o a colocarse ese jersey fino que los previsores saben echarse al hombro.

Uno tiende a ser, como la mayoría, nostálgico de lo que creía perfecto, porque la memoria es indulgente y viene de esos mundos en los que incluso considerábamos protectora la sombra de Varela. Nos reconocemos en los bancos de obra cubiertos de azulejos y adornados con respaldos de forja, y en los parterres de rosas, en los rincones umbríos y emparrados de las alamedas. Resulta mucho más difícil aceptar que nos propongan reunirnos en pelea con el sol, que no va a dejar de ser inclemente seis meses al año en esta tierra porque esa es su condición.

Pero ¿quién sabe? Nunca me ha dolido que la realidad me desmienta, y en verdad seguirá el Ayuntamiento con su presencia ilustrada, y las fachadas laterales de las casas alineadas de ventanas y balcones, aunque no desaparecerá tampoco el desaguisado del frente correspondiente a la calle Real, consumado hace tantos años. Así que no digo que no, sino ojalá.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios