El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

¡Lo que han llegado a cambiar las formas de comprar!

¿Alguien recuerda cómo, tiempo atrás, hasta el aceite se vendía a granel? ¿O los primeros supermercados, sorprendiéndonos con todo envasado? Con ellos desaparecieron las posibilidades de comprar un cuarto de azúcar… Luego, la presencia de neveras en las casas y la incorporación de la mujer al trabajo, dio paso a que la compra, dejara de hacerse diaria. Los portuenses, no íbamos a ser una excepción, claro. Aparecieron supermercados desde distintas procedencias, tratando de resolver nuevas necesidades. Después surgieron multinacionales y centros comerciales con estudios de mercado y ordenadores que desde Francia, Alemania o China, estaban dispuestos… “a comerse el mundo”, aunque más bien reclamaban que “nos lo comiéramos nosotros”. Nosotros… los obedientes ciudadanos empeñados en sucumbir entre ofertas aprovechables que, ─siento decirlo─, de alguna forma perjudicarán al pequeño, entrañable y familiar comercio local, que acabará cerrando.

Comprar donde siempre tiene sus ventajas. Al carnicero de toda la vida, que conoce los gustos de cada familia de la barriada, a la panadera, que sabe si llegó la familia de fuera por el pan que llevamos a casa, al pescadero, que jamás podrá competir con esos gigantes en precio, aunque sí en calidad, no podemos dejarlos a un lado ante estas marabuntas, porque, ellos, el dinero que ganan, lo revierten en nosotros mismos. Las ganancias de los grandes, se irán a sus propios países de origen.

Entiendo y agradezco cualquier inversión de capital capaz de generar trabajo. Felicidades a los jóvenes que, en esta semana, hayan estrenado empleo. Pero de lo que yo les hablo es de no olvidarnos de los comercios portuenses.

Prefiero comprar donde siempre. Demasiados productos juntos me sacan de quicio y, casi sin querer, acabo llevando cantidades que no necesito que, por otra parte, ocuparán un espacio que agobiará nuestra despensa. Por no ponerle precio al tiempo de colas en cajas.

El trato personal es un lujo que deberíamos agradecer, pero, faltaría más, hagan ustedes lo que les convenga o apetezca. Pocos momentos se disfrutan tanto como las noches de verano, para consumir, compartir y disfrutar lo comprado con quienes más queremos.

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