Camino de la Punta de los Saboneses, entre la Avenida de América y la de Valdelagrana, atisba uno en lontananza la Glorieta de las Américas, y ya de paso se lleva uno también un buen chasco y un baño de certitud al comprobar la triste y decadente realidad del contenido de la misma. Allá por el año 2005, la réplica de la carabela La Niña –otrora Santa Clara- que se encontraba ubicada en el muelle comercial de la ciudad, fue trasladada con sus 60 toneladas a cuestas hasta la glorieta del chasco con el noble fin de situar a La Niña y a El Puerto en el mapa de las Américas. Pero entre las inclemencias del tiempo, el desdén histórico por nuestros signos de identidad, y la desidia que no cesa entre quienes no debieran tenerla, la réplica que en su día se construyó siguiendo las técnicas y características del siglo XV bajo la dirección del profesor de la Escuela de Náutica de la UCA Coín Cuenca, y que siguiera la misma ruta que empleó Colón en su primer viaje, a día de hoy sufre de un total abandono, con sus palos y cabos caídos y/o desaparecidos, con sus cuadernas y maderos ajados por el sol y la lluvia, con su nombre ultrajado, y con la bandera capitana de la indiferencia ondeando a la vista de todo el que quiera mirarla. Tanto así viene a ocurrir con el legado cultural de nuestro poeta más universal. Con una Fundación endeudada hasta las trancas, con Aitana Alberti y María Asunción Mateo a la greña desde la década pasada por el reparto del legado del poeta coquinero, y la nula actividad en la casa museo de la calle Santo Domingo, no sería de extrañar que cualquier día de estos nos lleváramos otro chasco monumental y nos diéramos de bruces con un cartel en la puerta anunciando su cierre por inanición. Sin patrocinadores, con el Ayuntamiento como único patrón y la desgana que nos caracteriza, El Puerto que Alberti se llevó al otro lado del charco puede que le cierre de par en par el patio que un día fuera una fuente con agua. Ente La Niña y Rafael, la barca de Caronte guía las sombras errantes de dos emblemas porteños que no nos podemos permitir desaparezcan.

manolomorillo@soydelpuerto.es

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