Mas que pensar en aquellos años, mi mente se dejo llevar por los recuerdos mas cercanos. Una cercanía que comenzó cuando empezaron a faltar quienes nunca debieron marcharse. Una cercanía que termino alejándose por voluntad propia de quienes aún seguían a mi lado. La Navidad, como siempre fue, animaba a los corazones a reprocharnos gestos, a arrepentirnos de aquello que ya no tenía solución, a lamentarnos por no poner soluciones y remedios a lo que aun era un posible, pero que se nos escapaba de las manos. La Navidad, como cada año, exactamente igual que siempre, resultaba ser distinta cada temporada, haciéndonos sentir, distintos. La rutina de la pandemia no cambio nada, y nos enfrascamos en una aventura anual, haciéndonos promesas que no cumpliríamos, prometiéndonos no hacer lo que sabríamos que haríamos, muy a pesar, o no, de lo que decidieramos. Y sin embargo, como cada año, como en cada Navidad, volveríamos a sentir que había cambiado algo, porque si algo era propio de la Navidad, era que siempre era distinta, diferente. Este año, para variar, la pandemia volvería a ser protagonista de miles de cenas, de brindis, de recuerdos. Muchos son los que lamentaran quienes se marcharon en los brazos del virus, y sonreirán ante la incredulidad de quienes frivolizan con los daños que causa. Otros brindaran con quienes lo sufrieron, y, con más o menos fuerza, el brindis será el reflejo de como afecto a quienes lo pasaron. Pero, como siempre, la Navidad, tan diferente como la del próximo año, no nos dejara indiferente, seremos mas versados en miles de cosas, y al final, comprenderemos que la vida es como la Navidad, siempre la misma, siempre distinta, con recuerdos, promesas y cambios que no se producen nunca. Pero como siempre, ocurra lo que ocurra, queramos evitarlo o no, lo vivamos de una forma u otra, la Navidad llegará, y como no podría ser de otra manera… La vida seguirá. Feliz Navidad

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