No fue posible aparcar. Creíamos que un domingo de octubre no habría problemas para hacer en un pequeñísimo grupo familiar el sendero del acantilado de La Breña, pero no pudimos dejar el coche cerca. Los dos huecos ganados a los pinares para tal función estaban llenos, y los encargados de regular su flujo repitieron ante nuestros ojos el gesto calcado: levantaron la mano y con el índice extendido la agitaron de izquierda a derecha, de manera tan explícita y desesperada que no nos hacía falta ser un experto en lengua de signos para descifrar su frustrante mensaje y ni siquiera hacer la intención de entrar. No había sitio para aparcar.

Ya resignados buscamos una alternativa poco satisfactoria que consistió en seguir conduciendo y alojar el coche en un área recreativa todavía desierta a aquella hora. A partir de ahí, fue una especie de deambular sin rumbo contando la ingente cantidad de vehículos de dos, tres y cuatro ruedas que invadían el pinar, cruzándonos con grupos de ciclistas, de familias de excursión campestre en busca de un fugaz y desde luego irreal retiro en la naturaleza.

El retiro, desde luego, era del covid 19. Pocas mascarillas y esas pocas colocadas malamente. Los virus no habitan en los pinares, al parecer. Debemos de pensar que hay más camaleones que coronavirus en las retamas, lentiscos y pinares de San Ambrosio. Y después de eso, como homenaje al espléndido día otoñal, el paseo marítimo de Barbate aparecía repleto, con los bares a pleno funcionamiento en un puente festivo que desafiaba por estos lares todos los malos presagios y augurios de los hosteleros.

Sólo una señal, un síntoma casi inapreciable en lo que debería ser una enfermedad social grave: los ocupantes de una de las mesas recriminaban al cliente vecino que fumara y les expulsara sobre ellos el vaho posiblemente portador, pero las vehementes protestas de los primeros parecían más susceptibles de esparcir el bicho que el humo del hombre. No llegó la sangre al río: el fumador parecía civilizado, apagó su cigarro e incluso se levantó a brindar con sus reclamantes.

El virus no aparecía ni en sospecha. Quién sabe si es todo esto lo que está haciendo imparable hasta ahora su propagación. Suerte a todos.

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