Análisis

Manolo Fossati

De las islas a la isla

Vuelve uno a esta Isla tan difícil de reconocer en un carácter insular que lleva solo en sudenominación popular, porque no aparenta tener mares abiertos en su mirada

Volver no es siempre recomendable, ni agradable. Más que ganas de abrazar de nuevo a familiares y amigos, uno tiene el arrebato de llevárselos a la burbuja griega en la que ha estado durante un mes. Y más si al volver a pisar lo que extrañamente llaman suelo patrio, te recibe un día gris oscuro casi negro, una lluvia fuerte y pertinaz y un repentino frío que te saca de golpe del ensueño de la víspera en una playa del Egeo, aún con calor, aún con vino blanco frío y todavía con un atardecer violeta sobre un mar calmado.

Vuelve uno de las islas míticas, homéricas, odiseicas, nido de mármoles eternos y cuna de las civilizaciones más antiguas de Occidente y se siente de pronto en la carretera parte de la multitud que abandona precipitada la capital del todavía Reino, huyendo de lo que arrastran, aunque no.

Vuelve uno a esta Isla tan difícil de reconocer en un carácter insular que lleva solo en su denominación popular. Porque no aparenta tener mares abiertos en su mirada, ni está siempre a la espera de barcos por arribar, ni en los abrazos de pasajeros al partir; porque hace tiempo, y sin que se sepa por qué desengaño, dio la espalda al mar y sólo lo encara en verano, cuando precisa el frescor de sus aguas.

Se siente uno como un Ulises extraño, obligado y arrastrado a su hogar antes de tiempo y arrancado contra su voluntad de un cautiverio dulce en las manos de sirenas no feroces, desterrado de su destino de vagabundo feliz. Alguien no ha entendido su verdadero deseo de continuar errando siempre a la búsqueda de nuevas islas, nuevos puertos, nuevas calmas tras las tormentas.

Y es como si a este héroe venido a menos, con tanta facilidad para prodigar ardides en los peligros más tremendos, le cayese ahora encima la tarea de desplegar sus habilidades para atravesar la calma chicha y encontrar la emoción en la Isla invernal, a veces tan mortecina. Le sirve de acicate el que esto tampoco es tarea sencilla. Que Atenea, la de ojos glaucos, nos inspire.

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