El Defensor del Menor no se pasa por los bares de La Isla, no se da un paseo investigatorio ni envía funcionarios a supervisar la manera en que algunos padres tratan a sus hijos. No hablo de gritos ni de golpes evidentes, no cuento aquí tirones de orejas ni jalones de brazos. Quiero relatar esa escena en un local, bastante cerca de la medianoche, en la que se contempla a dos parejas muy jóvenes que entran cada una con un carrito de bebé, dispuestas a tomarse unas cervezas especiales o un combinado alcohólico como hacían cuando no eran padres, es decir, apenas varios meses antes. El ambiente en el bar es el previsible: poca luz, música a considerable volumen y voces humanas que intentan hacerse entender por encima del nivel de la música.

Quiero describir también con pesar esa otra situación, vivida en una terraza de La Casería, tan de moda, y ya cercano el atardecer. En una mesa alargada, un grupo de hombres y mujeres conversan en voz mucho más alta de lo aconsejable, bajo los efectos evidentes del alcohol, prolongado quizá desde la hora del almuerzo. A su lado, un solitario carrito de niño asoma su manillar. Su silencioso ocupante debe de ser un santo. Santo del día lo nombré yo. Los gritos y las supuestas gracias aumentan y los demás clientes nos vemos obligados a compartir los chistes. El bebé añade a este festival de la comedia el cercanísimo humo de los cigarros de algunos comensales.

En otro conocido bar de tapas y raciones del centro, otra pareja joven, con el añadido cochecito, espera a más amigos. El jovencísimo humano, que conserva la inocencia de su edad, decide que es hora de hacer sus necesidades sin preguntarle a nadie y sin preocuparse de los efectos colaterales en el aire que se respira alrededor. La madre se vuelve reivindicativa y afirma a casi gritos que el local debería tener un sitio para cambiar pañales, lo que lleva la desazón a los camareros. Como ese espacio cambiador no existe, la renovación de paños se realiza a la vista de casi todos.

Desconocemos lo que sentirán o pensarán los infantes envueltos en estas situaciones, ni si esto quedará de alguna manera en su formación humana. Yo como mayor (permítanme suponer que formado) califico estas situaciones como una cierta forma de maltrato infantil por parte de inconvenientemente formados padres.

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