El historiador griego Epaminondas encontró un libro de memorias de un jugador del Cádiz, de hace unos setenta años, que también era griego. Se llamaba Alexander y jugaba de portero, aunque no terminó la temporada. Aunque griego de nacimiento, Alexander tenía nacionalidad rusa. En el libro de sus memorias, titulado "de la Mort", explica que en realidad era un agente ruso durante la guerra fría. Su tapadera era la de jugador de fútbol.

Todo iba bien hasta que, justo antes de un partido, el delegado del Cádiz le dijo que el árbitro quería verle. Era extraño. Nunca le había llamado un árbitro antes del partido. Además acababa de recibir documentos secretos que debía llevar a Rusia. Se asomó para ver al árbitro desde lejos. Le reconoció enseguida. Era de la Mort disfrazado. Un agente libre de contraespionaje. Implacable y mortal.

Salió del estadio corriendo con la equipación de portero. Los aficionados le preguntaban extrañados. "Olvidé el pasaporte", mintió. Le acercaron en coche a su casa. "Te esperamos para volver al estadio". Alexander se vistió y recogió los documentos. Debía abandonar Cádiz y regresar a Rusia. Se asomó por la ventana y vio a los aficionados en el coche. Hablaban con un policía local. Era de la Mort disfrazado. Huyó y cogió el tren hacia Madrid. Desde su asiento vio cómo se acercaba el revisor. Otra vez de la Mort. Tuvo que escapar del tren.

Consiguió llegar a Rusia y fue una de los pocos que escapó a de la Mort. Dictó sus memorias a un escritor español que empezaba. Se llamaba Ibáñez. Es curioso, pensó Epaminondas, hacía poco había leído un comic de un autor llamado Ibáñez sobre un agente secreto maestro del disfraz que se llama Mortadelo. De la Mort, Mortadelo, ¿será una coincidencia?

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