Lo más liberador del arte es que le hace a uno dudar de que exista". Conversación entre Augusto y Víctor. Niebla. Miguel de Unamuno.

Elamor tiene formas infinitas. Y amar la Literatura es amar al ser humano, a pesar de todo. Ahora leo por ahí que recomiendan poesía y novela para aliviar la ansiedad, el estrés y la prisa. Nos han descubierto América los gurús de humo que traen de vuelta esos "inventos". Dándole vueltas en la cantina del instituto al problemón de la falta de lectura en quienes nos van relevar, y cómo este hecho afecta a todos los ámbitos de la vida, un compañero repetía que lo que importa es que si algunos leen algo, que lean lo que sea, pero que lean. A lo mejor, con el tiempo, miran e incluso ven. Daría para varios artículos esto. Y no demonizaremos hoy a los jóvenes por su criterio cultural para no entrar en ese cliché de profe protestona que reniega de su pan. Debemos preñar ese pan con contenido suculento que abra el apetito a los que vienen. Y lo siento, pero hoy les hablo de amor, del reencontrado amor. Y en este caso concreto, de mi pasión por Miguel, don Miguel. Precisamente mi fascinación no llegó sola. Servidora fue adolescente, esponjosa e influenciable, y en ese momento místico llegó Salvador Hernández, profesor de Literatura en mi primer año en Puerto Real, en los últimos coletazos del COU. Él leía en voz alta fragmentos de San Manuel Bueno Mártir, y disertaba sobre el existencialismo, las dudas, la personalidad carismática de un autor imprescindible para entenderlo todo. Como tantos otros que son parte de nuestra historia y nuestros huesos. Esas navidades, mis sufridos padres recorrieron todas las librerías de Cádiz y Sevilla, pues Amazon no existía: todo lo que había de Unamuno en castellano. Así que un seis de enero al despertar, en el salón, además de pintalabios y discos de Bon Jovi, lucían mis joyas, algunas flamantes y otras, aún más interesantes, de librerías de viejo. Recuerdo los trabajos que entregué a Salvador, en los que saqué sobresaliente. Era lo que menos me importaba. Y me descubro: he llevado a mis alumnos a ver la de Amenábar, y es mucho el del jugo filosófico, político e histórico que podemos extraer de la película. Pero para mí, "volver" a ver a don Miguel caminar por las calles de Salamanca, recrearme en conversaciones y discusiones soñadas, me ha conmovido profundamente. En estos tiempos es de agradecer la emoción. Y es que el amor tiene formas infinitas, y se deja encontrar si se le busca. Amar la Literatura, es conocer al ser humano, y amarlo, a pesar de sus errores.

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