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Análisis

Montiel de Arnáiz

Microrracismos

¿Qué clase de sociedad vota a un tipo que defiende un ideario racista y xenófobo?

Dicen que es Texas aunque muchos tejanos no la reconozcan, no descubran su amada tierra allá donde las jaulas encarcelan niños que esperan algo que no se sabe bien cuánto tardará. Apiñados en cubículos de alambre y metal, custodiados por soldados obligados a cumplir su deber, los chiquillos lloran reclamando a sus seres queridos, ofreciendo números de teléfono a los que llamar, gimiendo un horror al que no debieran verse obligados. Y eso que están en la tierra de las oportunidades, pienso. Y eso que no son gitanos italianos. ¿Qué son gitanos italianos, "desafortunadamente"? Si un gobierno ultra ordena un censo según la raza, la religión o el color, hemos de ponernos en guardia, echar mano a la cazoleta y blandir el hierro acabado en punta. Es un indicio claro y conspicuo del eterno retorno: es el Austwitz 2.0.

Reflexionemos. ¿Qué clase de sociedad vota a un tipo que defiende un ideario racista y xenófobo? ¿Qué electorado lleva a Italia a un via crucis de políticos que vienen y van mientras suspiran por el líder vero que fue y es un sátiro de plástico que contrata jovencitas para que le susurren al oído la viagra de la eterna juventud? Salvini es un farsante más, la misma hez con distinta careta: sólo dice lo que quien ha de votarle desea oír. Esa es la desgracia, la ausencia de sonotones. Lo mismo rechaza barcos que clasifica romaníes, Italia First!, grita el Coliseo.

Aquí discutimos sobre inmigración subsahariana. El gobierno -envuelto y con lacito- se desvirga acogiendo un barco isotónico que transporta seiscientas almas. Un sector de la población asiente, otro mira dentro de sí, a sus propios complejos y fobias, a ese constante discutir aquello que hace el de enfrente, y salta la polémica, vuelve Abel a increpar a Caín para que ocurra lo de siempre.

Niños enjaulados, gitanos italianos y negros migrados son, en definitiva, ejemplos de un mismo problema que nos incumbe a todos, algo que no sé si existe: el microrracismo. ¿De qué sirve la ONU ante un macarra histriónico que disfruta meando a contraviento? ¿Cómo pueden tropezar los italianos en piedras distintas con esta asiduidad de reloj parado? ¿Cuántas veces habremos de olvidar los españoles la diferencia entre el inmigrante que fuimos y el asilado que seremos?

Sí, es verdad. Muchos aquí necesitan un plato de sopa y una manta en noches frías. Nuestra sociedad es cada vez más individualista e insolidaria, tenemos miedo de que nos ataquen y dañen nuestro mundo carmesí, no entendemos las injusticias que proponen nuestros propios gobernantes, pero ante un niño que llora, enjaulado, ante un tipo censado por su raza o su piel, ante un senegalés que se hunde entre lágrimas orillando nuestros paseos marítimos, no cabe sino recordar lo que un día predijera Niemöller. Y aprender de ello, y ser hombres de luz.

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