Parece que la ciudad empieza a recobrar la vida. Poco a poco. A veces demasiadas aglomeraciones. Pero quizás ha llegado el momento de tomar el pulso a la nueva situación. Hay ganas de volver a lo natural, es decir, a retomar la vida de antes de la pandemia. ¿Será posible esto? Todavía es desconocido. Como todo lo relacionado con esta plaga. Y aunque volvamos a los mismos lugares será algo diferente. Quizás cuando llegue, que llegará, la vacuna podremos retomar la naturalidad del paisaje, lo urbano. O quizás lo normal sea seguir con la nueva forma de vida que nos hemos visto obligado a desarrollar.

Este confinamiento ha cambiado muchas de nuestras habituales costumbres. Hemos descubierto que existe otra forma de vivir, le hemos dado más valor a otros valores, nuestra casa, le hemos sacado más rendimiento, hemos leído más, hemos hecho cosas que antes no las hacíamos, nos hemos redescubierto. No ha habido lugar para el aburrimiento tantas horas enclaustrado. Pero si se ha echado de menos esa libertad que se siente al correr por las calles (la verdadera libertad no esa que algunos piden ahora que la tienen), de salir a pasear por tu ciudad, comprobar que hay vida.

Hemos visto las imágenes de las ciudades vacías, fantasmagóricas, sin vida, asustadas, sin pulso, en silencio, solo roto al caer la tarde por las muestras de solidaridad. Calles con los comercios fundidos en la incertidumbre, con las persianas bajadas, si saber si podrían volver a abrir, el trabajo de mucho esfuerzo que se esfuma de pronto, toca volver a empezar. Son imágenes que nunca se podrán borrar. Imágenes del NODO, en blanco y negro. Imágenes enlutadas, de largas colas en las calles para recoger alimentos, de solidaridad cofrade en nuestra ciudad. Por eso, ahora que se empieza a recobrar un poco la vida de las ciudades, nos daremos cuenta del valor que tienen las cosas cuando las perdemos.

Recobrar las costumbres. El valor de pasear por tu ciudad de siempre, urbano, el bullicio de la calle Rosario con los comercios abiertos, la calle Real, encontrarte con los de siempre y las largas tertulias con los amigos en la emblemática Mallorquina, la cafetería pastelería más antigua de la ciudad (todas las ciudades importantes tienen su cafetería importante). Las discusiones cariñosas con Manolo que te llevan a desesperar. Todo forma parte de un paisaje normal de la vida en tu ciudad, detalles importantes. Hoy poco a poco, con miedo y con cuidado, nos disponemos a recobrar el pulso. Es el paseo que para mí es un signo de cultura social. Y los ciudadanos son indispensable para que la ciudad recobre la normalidad. No hay ciudad sin ciudadanos, parte del paisaje y de la economía. Todos tenemos que apoyar a nuestra ciudad.

Necesitamos un comercio fuerte par tener una ciudad fuerte. Recuperar el paisaje de los comercios y bares con vida. Y aquí tiene mucho que decir el gobierno municipal. Sabemos que habrá muchas limitaciones, pero hay que aprovechar el mínimo espacio que nos deje la recuperación. Todos cumpliendo las exigencias sanitarias. Por cierto nada sabemos del presunto pacto de la recuperación. ¿A que se espera? Salud

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