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Análisis

Manolo Fossati

Metros cuadrados

Éramos niños y suficientemente felices. Y encima contábamos con la casapuerta, el patinillo, una azotea y la calle. Así que ya podíamos estar contentos, porque eso significaba que la casa era infinita: la calle no se acababa nunca.

En estos días de confinamiento, que a tenor de los guasaps de familiares y amigos habría que calificar más bien de ‘convinamiento’ por las veces que nos mostramos en fotos brindando por todos, me ha dado por imaginar qué habría pasado si esta cuarentena nos hubiera sido impuesta en mi lejana infancia, ahora que tanta preocupación se muestra por cómo entretener a los niños.

No sé decir cuántos metros tenía esa vivienda en la calle Lista, a la que a lo mejor hoy muchos pondrían el adjetivo ‘infra’ por delante. En realidad, era una accesoria, y los mayores saben de lo que estoy hablando. En tres estancias, que llamábamos el comedor, la cocina y la alcoba, convivíamos dos familias que sumábamos 9 personas, de los que cinco éramos niños. No pongan ustedes mala cara ni se imaginen tristeza: éramos niños y suficientemente felices. Y encima contábamos con la casapuerta, el patinillo, una azotea y la calle. Así que ya podíamos estar contentos, porque eso significaba que la casa era infinita: la calle no se acababa nunca.

Claro que si nos hubieran quitado la calle habría sido como si nos robaran los metros cuadrados que nos faltaban para vivir. Si nos hubieran confinado, qué habríamos hecho en tres reducidas habitaciones, ese espacio que se reservaba para los inviernos (y que había que compartir con las goteras). En la calle estaba todo, el video-audio-tacto-juego de las carreras y los esconderes, el chat de las conversaciones profundamente infantiles, el wifi que nos conectaba a las vivencias del vecindario, el comercio de ir por los mandados, los incomprensibles ligues en forma de estropear el juego a las niñas, las canciones de letras incomprensibles pero archisabidas y hasta el guasap de intercambiarnos cromos.

Pero si nos hubieran quitado eso… pues sería como ahora para mucha gente en tantos países. Y en el nuestro también. No todo el mundo tiene la suerte que tengo: en una unifamiliar (acosada, eso sí) con un buen patio y una amplia terraza. Entonces, era niño y recuerdo que feliz. Ahora, no sé a quién maldeciría…

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