Matar a tus ídolos

Hay bufones, vividores y frikis que están empecinándose en convertir las instituciones políticas en una mezcla de 'Sálvame' y 'Mujeres Hombres y Viceversa'

Leía una conversación sobre un grupo de rock desconocido para mí, Greta Van Fleet, y por curiosidad busqué algún single suyo en internet y al escucharlo comprendí de qué estaban hablando: fue como si Led Zeppelin –que cumple 50 años en 2019- se hubieran reunido nuevamente y hubieran sacado un disco de estudio. La diferencia es que Greta Van Fleet está formado por chavales americanos de veinte años, y no por leyendas inglesas de más de sesenta. Reflexionando sobre ello, pensé en esos grupos que han hecho un revisited de otros clásicos, actualizando su música y revitalizando su estilo, como por ejemplo ocurre con esos nuevos Black Crowes que son los gaditanos The Electric Alley.

Son impresionantes, hay que decirlo así. Tras un primer buen disco y un segundo realmente interesante –aunque un poco monótono, por ponerle alguna pega- The Electric Alley han grabado un nuevo LP que pone los vellos de punta por su variedad, la potencia de la voz de su vocalista, Jaime Moreno, los riffs sureños del gran Nando Perfumo, y los ritmos potentes que parten del bajo y la batería. De hecho, la banda está girando por toda Europa con éxito y su producto es perfectamente trasladable al dial radiofónico, con lo que espero que crezcan mucho más.

Y pensando en estos dos grupos de rock mi mente deriva a la política: a la falta de homenajes a los clásicos. A comienzos de la democracia era frecuente ver en la tribuna del hemiciclo a notables oradores, personas con un bagaje académico y profesional de impresión, que hoy día serían mucho mayores aún si se les comparara con los actuales diputados del Congreso. Uno escucha a ex ministros dirigirse a la cámara entre balbuceos y equivocaciones y siente vergüenza ajena; la misma, casi que produce ver a los oponentes descacharrarse de la risa, sin ningún tipo de decoro. Claro, si comparamos a estadistas de perfil alto como Adolfo Suárez o Felipe González con alguno de los actuales, no podemos sino recordar que “cualquiera tiempo pasado, fue mejor”.

La corrupción descomunal que han disfrutado los dos principales partidos políticos nacionales ha dado entrada en las cámaras españolas no sólo a rostros barbilampiños e ideas renovadoras, a la frescura que aportaron el 15 M o la nueva política europeísta, sino también a bufones, vividores y frikis –por qué no decirlo también- que están empecinándose en convertir las instituciones políticas en una mezcla de Sálvame y Mujeres Hombres y Viceversa, por poner ejemplos de telebasura.

Que un tipo del perfil académico e intelectual de Gabriel Rufián, dedicado a insultar a diestro y siniestro, a cachondearse de cualquiera que le plante cara, a utilizar las RRSS para ridiculizar y amedrentar al adversario, se permita ahora vejar gravemente a la justicia española y a sus jueces sin que quepa ningún tipo de consecuencia, acaba por hacerme comprender que hay gente que respeta a sus ídolos y otros, como Rufián, que los matan cada vez que hacen un selfie sonriente desde su escaño.

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