El próximo jueves será el Día del libro y no faltarán las referencias a novelas que respalden la actualidad más allá de La peste de Camus. Yo la leí de adolescente. Quedé magnetizada y horrorizada a partes iguales, aunque entonces no supe ver que hablaba básicamente de las dos posturas frente a la adversidad: egoísmo y solidaridad. Iba a decir que a ese binomio le falta la indiferencia, pero en el fondo sé que es otra forma de egoísmo. Otros se acordarán de la magnífica obra de Saramago, Ensayo sobre la ceguera, donde se alertaba sobre «la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron».

El Decamerón de Boccaccio ofrece el prisma de la oportunidad para hacer de un enclaustramiento otra cosa. El último hombre de M. Shelley adelanta un futurista fin del mundo arrasado por una plaga… Pero yo tengo que confesar que a ratos me he acordado más de Robinson Crusoe, no solo por sobrevivir aislados y hacer de esa isla un hogar, que también, sino por la eliminación de lo superfluo, la capacidad para reflexionar desde la calma, la satisfacción del trabajo manual.

Tengo suerte, lo sé. Las circunstancias me permiten a pesar de todo pequeños placeres que sería pecado no apreciar: cervezas en familia; comidas sin protocolo, plato en mano sentados en el suelo; nísperos cogidos del árbol que compartimos con los gorriones... Pero sobretodo, este tiempo me permite disfrutar del viejo placer de hacerme las cosas yo misma a lo Robinson. Retapizar un sofá, construir una valla de maderas viejas, volver a puzles de 1000 piezas al son de buena música, hacer pan, coser zapatillas de estar en casa, un carrito de la compra… El trabajo manual me salva.

Porque, como dice Defoe “La cima de la sabiduría humana es saber conformar el ánimo a las circunstancias y conseguir una calma interior en medio de las peores calamidades”, “no experimentamos las ventajas de un estado hasta que probamos los sinsabores de otros. No conocemos el valor de las cosas hasta que nos vemos privados de ellas”. Y mientras me distraigo con las reflexiones del náufrago y el trabajo manual, consigo mantenerme un rato más en calma y desterrar el miedo a que todo esto definitivamente nos arrase.

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