Manos Unidas es la asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo. Una Organización No Gubernamental para el Desarrollo, (ONGD), de voluntarios, católica y seglar.

Denuncia que en nuestro mundo siguen aumentando las desigualdades entre pobres y ricos. Que millones de personas carecen de una vida digna, incrementada por las riquezas excesivas de algunos y por la pandemia.

Nos duele, o por lo menos nos molesta, conocer que el hambre agrede a 800 millones de personas. Que cada día mueren 18.000 niños por desnutrición. Niños como nuestros hijos o nuestros nietos. Pobres derivados del mundo rural y del urbano, mujeres esclavizadas, migrantes… resultado, según el papa Francisco, de una “cultura de la indiferencia”.

Son numerosas las organizaciones implicadas en ayudar que merecen nuestro respeto. La particularidad de MMUU es que trabaja con proyectos de desarrollo que son solicitados por misioneros y voluntarios no religiosos, desde los países más pobres, sin importar las creencias de esos pueblos. Se envían expertos y si son viables, colaboramos.

Este año uno de los proyectos es en Camerún. La Congregación de Terciarias Franciscanas que desde 1935, tiene una casa de maternidad, pretenden capacitar a 700 mujeres desplazadas que viven con menos de un dólar al día como agricultoras. Y solicitan de Manos Unidas apoyo para la compra de semillas, equipamiento y otros gastos.

El segundo en India: desarrollar 13 barrios marginales, contaminados por vertederos, con desagües abiertos y sin alcantarillas… abundan las drogas y el alcoholismo. La Sociedad Misionera de Santo Tomás Apóstol lleva 12 años trabajando con huérfanos de sida. Solicitan de MMUU apoyo para organizar a 2.520 mujeres y promover la educación de las niñas.

Si ha seguido usted leyendo este resumen del manifiesto podría pensar que, ante tanto desastre, no podemos hacer nada. Podría también, conmovido por lo injusto del tema, preguntarse por qué Dios, o los ricos no hacen nada…

Creo que Dios no tiene manos, y nosotros, de alguna forma, somos las manos de Dios. O, para no asustar a nadie, Dios se vale de las manos de los misioneros y voluntarios. Ojalá que también de las nuestras. Recuerde: “Nuestra indiferencia los condena al olvido”.

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