En estos días cobra actualidad un episodio más transcendente por la viralización que por la importancia, que es mucha. Hasta ese momento algunos incluso lamentaban, pero pasaban su mirada de soslayo, alegando un falso deber de quien vistiendo un uniforme corrían un riesgo, por llamarlo de alguna soez manera. Igualmente, algunos, intuyéndolo como algo lejano, hacían como con el COVID, cuando no toca de cerca. Pero en aquel fatídico día, algo cambio, pudo ser esa misma premeditación vivida, pues hasta la fecha, esa premeditación no era compartida. Pudo ser la alevosía, pero que, vivida en diferido en menos gravosa, sobre todo porque no nos deja lugar a la angustia de imaginarnos como será el impacto. Pudo ser la juventud, falta de maldad, cansada de luchas incomprensibles, cercanas a la victima y desconocedora de los, siempre retorcidos y crueles, motivos del verdugo… un verdugo que, al mas puro estilo mafioso, limpiaba dinero, traficaba, y se escondía tras una gloriosa bandera, dicho sin ironía, que pago, por la exclusiva culpa de ellos, el desprecio de todos sus compatriotas españoles. La unión sin fisuras dejo claro que ETA no tenia nada que ver con los vascos, que sus ideales, sus ridículos ideales, no eran compartidos por la mayoría, sobre todo jóvenes, que vivían allá en las Vascongadas, o en el País Vasco, o en viejos reinos. En aquellos no tan lejanos días, aprendimos lo noble de un nacionalismo, lo grande del orgullo vasco, la riqueza de un idioma, y, sobre todo, lo ridículo de una extraña lucha armada que solo buscaba embaucar a jóvenes idealistas para el beneficio de unos pocos vividores, sinvergüenzas que hicieron del terror su negocio, al amparo de una bandera que les venía muy grande. Y prueba de ello la tenemos delante, pues mientras abrieron sin acritud la cabeza de un joven, abrieron miles de ojos que vieron con claridad su juego, algo que les obligo a cambiar la táctica, y que ha sido posible gracias a la desmedida ambición de un sujeto que no duda en usarlos, usarlos para asegurarse el poder, a cambio de limpiarles las manos de una sangre que siempre salpica. Ahora que se cumplen 25 años de aquel despertar para algunos, ahora que se cumplen 25 años de aquel poder decir con orgullo Gora Euskadi, sin ser un etarra, solo cabe agradecimiento a todas las víctimas, y solo cabe sentir nauseas, profundas nausea de ver como sonríen cínicamente desde sus escaños igual que lo hacían desde los banquillos de los acusados.

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