Estuve en Málaga y puedo contarles que en la calle Larios deben de festejar algo así como el advenimiento de Aladdin. La ciudad se ha disfrazado de lámpara maravillosa.

Yo no entro ni salgo, porque sé que Málaga, con tanto jeque, está emparentada con Las mil y una noches. Pero ¿qué le ha pasado a Vigo, para volverse loca y disfrazarse de feria? O a Madrid, que aprovechando la cumbre de la crisis climática va y se gasta más de un millón de euros en brillantes extravagancias, quizá para inducirle a Greta Thunberg un ataque epiléptico (Greta es una chica con síndrome de asperger: por eso no tiene doblez y hace lo que hace).

Aquí en Cádiz nuestros exornos navideños son decorosos. Lo bueno de ser una ciudad pobre es eso: que aunque la moda arrase, nos mantenemos púdicamente en nuestra aurea mediocritas, que no se mide por jeques sino por pateras (el Carnaval es otro tipo de locura que tiene que ver con la cuna de la libertad, palabra sagrada digna de la mayor pirotecnia). Por lo demás, enfrente de mi plaza nos han decorado la acera que da al mar con cuatro enormes contenedores de basura clasificada. Los vecinos se quejan de que ya no pueden mirar poéticamente el faro de San Sebastián sin que sus ojos tropiecen con el Ecovidrio y su familia. Uno ya sabe que las comunidades de vecinos están llenas de tiquismiquis (la pregunta sería: ¿y por qué tienes que mirar al faro justo desde ahí? ¿No te han puesto un carril bici para que te muevas o desplaces? ¡No te atreverás a pretender que tu ventana tenga trato preferente, burgués de mierda!). En la plaza de Asdrúbal dos enormes ficus y otros árboles casi igual de exóticos tienen la acera tan levantada que sus poderosas raíces han hecho un escalón. En la oscuridad es fácil dejarse allí los dientes. Pero entendemos que esto es lo que pronosticó García Lorca: la venganza de la jungla sobre Nueva York. Y nosotros estamos alineados con la jungla. ¿Se imaginan lo que sería allí una farola que alumbrase de verdad? Gran, gran dispendio. Goethe, el enorme poeta alemán, murió pidiendo "luz, más luz". Debió ser una metáfora. En Cádiz, por mi barrio, yo lo arrimaría (a Goethe) al salón de juegos que hay en la avenida, justo frente a un colegio.

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