Lola y Eugenio

El virus está matando a diestro y siniestro, sin piedad ni misericordia; no es una mala propaganda ni una argucia para destruir a un enemigo político

Los recuerdos son un resumen de todo lo vivido, una especie de factor común. Digo que Lola Cárdeno siempre fue mi vecina de la calle Requetés de España que iba a las Carmelitas con mi hermana Pilar; cuando la veía con Eugenio siempre se superponía su imagen de esos años escolares, y a su madre y a su padre, Antonio y Simón, bellísimas personas. Eugenio era diferente, fue mi amigo toda la vida. Tenía en su habitación un tocadiscos para él solo, pues los hermanos se habían ido yendo de la casa y él fue el pequeño. Algunas tardes quedábamos allí para oír música y charlar. Tenía varías cajas de LPs, entre ellas la grabación que hizo I Musici de La Cetra, de Vivaldi. En su momento oíamos el disco que Serrat hizo con los poemas de Antonio Machado o el de Simon & Garfunkel que traía la famosa canción de la película, impactante para la época, en la que una señora madura seducía a un joven inexperto. No había Marifé de Triana, ni La Polaca, ni Canalejas de Puerto Real, ni Pasodobles taurinos. Puede que todo esto sea otro factor común de los jóvenes que fuimos en los finales de los años sesenta, pero el viernes, cuando me dieron la noticia de que Eugenio también había muerto, el mecanismo de compensación que todos tenemos incorporados de serie en nuestras vidas, trajo esos momentos de gran alegría, de feliz amistad. Y en ese resumen que la memoria escribe sobre las impresiones, la bondad de Eugenio destacó sobre todo lo demás. Si alguien muere, porque así nos lo han estado diciendo desde niños, lo vemos allegarse al Tribunal de Dios, en donde todos seremos juzgados. Y vi a Eugenio allí delante con las manos abiertas que mostraban lo bueno que había sido toda la vida, que nunca se peleó con nadie, que se dedicó en cuerpo y alma a sus hijas, a trabajar para los niños con Síndrome de Down, a ser amigo de todos. Eugenio Baturone fue un hombre en el buen sentido de la palabra bueno. En verdad me habían dicho que Eugenio estaba mucho peor que Lola, su mujer, pero Lola se adelantó. El maldito virus había hecho su trabajo. Días después se ha ido el bueno de mi amigo Eugenio. Tenía personas queridas que habían enfermado, pero se habían curado; Lola y Eugenio son los primeros cercanos que han muerto por el Covid-19. El virus está matando a diestro y siniestro, sin piedad ni misericordia. No es una mala propaganda ni una argucia para destruir a un enemigo político. El virus es una de las caras de la muerte. Lola y Eugenio nos han enviado este mensaje último. No nos confiemos, seamos prudentes, tengamos cuidado. Porque nos llega la muerte.

Descansad en paz, queridos amigos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios