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Análisis

José Ignacio Rufino

Loa tardía a 'la' merkel

La canciller alemana muestra signos evidentes de estar en la pista de salida de su inconmensurable vida políticaLe arreamos sin piedad por austericida; pero en su declive debemos darle gracias

Es probable que la echemos de menos. Lo cantaré de entrada y por Rosendo: "Angela, prometo estarte agradecido", ahora que parece que la política nacional la fagocita y la desagradece, después de haber conducido a su país a un liderazgo indiscutible, a una decencia institucional envidiable, a un hermanamiento con el rival político -los socialdemócratas, su CDU es demoocristiano- en una Gran Coalición que aquí sería cosa de marcianos, a unas tasas y calidad de empleo que ya quisiéramos. Angela Merkel fue objeto de casi todas las iras y las censuras después de estallar la crisis, empezando por las de quien suscribe en más de una ocasión. Tras aquella famosa llamada a Zapatero en 2008, de la que se derivó nada menos que una modificación constitucional, y durante los largos años de intervención no declarada de los gobiernos de Rajoy, como adolescentes nos lanzamos a proyectar nuestros errores en el exterior, y no había columna, reportaje o charla de café que no mentara a la troika, que hasta dejó de escribirse en cursiva. Aquella triada castigadora y recortadora, jueces y árbitros globales de la viabilidad financiera de los países europeos con desequilibrios de déficit y deuda, formada por el FMI, el BCE y la Comisión Europea, y muy controlada en una sombra de lo más luminosa por la Merkel, como se la llamaba con desprecio por austericida, recortadora y usurpadora de la soberanía de estados mediterráneos como España, Italia, Portugal, Chipre o Grecia. Que habían sido gestionados en cuestiones económicas como adolescentes, llevando a sus haciendas públicas y sus sistemas financieros al borde del desastre, para después culpar al socorrido enemigo exterior. Si me permiten la autocita, y como todo no fueron censuras, pueden consultar un perfil llamado La reina de Eurolandia, con una genial caricatura de Miki&Duarte.

Con el tiempo, la renovada Grosse Koalition pasa por momentos muy comprometidos. La autoridad de la Kanzlerein está muy debilitada como cabeza del Gobierno. Los analistas allí no le dan ni dos años. La intención de voto a su partido ha caído por debajo del 30%, y ya su anterior victoria fue con un pírrico 32%. La ultradercha sube sostenidamente. Sin ella, el eje franco-alemán, que sustenta la estabilidad europea en muchos aspectos, incluida la Defensa, también queda en entredicho. Como empezábamos esta pieza, es más que posible que la echemos de menos. La tendencia europea populista y ombliguista que consiste en descartar la economía como argumento electoral y, de forma paralela, en no mirar más allá de las fronteras nacionales y sus catetos debates -el procés de la rica Cataluña resulta paradigmático- también afecta a Alemania, aunque dentro de un orden (un orden alemán, pareja sintáctica que resulta casi una redundancia). Si Alemania se ensimisma y prescinde en una medida u otra de su papel de líder, la Unión Europea sufrirá. La otra catetada nacionalista de alma pesetera, isleña y británica, el Brexit, compromete al continente en una medida aún difícil de calibrar, pero en cualquier caso intensa.

La hija del cura protestante, la alemana del Este de improbable proyección política, la implacable mujer de no dulces pero buenas maneras, con su apariencia algo bovina y a la vez eficaz pastora de un rebaño de churras, merinas, charolesas, merinizzatas y otras variedades europeas, ha culminado su ciclo. Todo lo que sube baja, y los ciclos de todo proceso se acortan. También la vida política de Merkel, que con sus 64 años ya va teniendo, bien mirado, edad de jubilarse y quitarse de la quema. Lo dicho, agradecido con algún reparo periférico. Aufviederseen, adiós. O hasta la vista, quizá en alguna cala balear o en un playazo del Estrecho. Ya holgando.

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