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Análisis

PANDEMIA Manuel barea 33

Llamadas del más allá

Suena o vibra el teléfono y al responder a un número no identificado se obtiene del otro lado un saludo como del más allá. No es sólo una voz, son varias, las que estos días llegan de repente hasta los oídos de uno causando la sorpresa, cuando no el impacto. Nunca las voces lejanas, casi olvidadas, han provocado más alegría que en estas fechas. Son voces que suplen al abrazo, al achuchón y al apretón de manos que nos daríamos, en caso de que pudiéramos, si nos reencontráramos. Son amistades de la adolescencia y de la juventud de las que habíamos dejado de tener noticia, como ellas las han dejado de tener de uno. Personas que en otra época formaron parte de lo más íntimo de tu vida, que lo supieron todo de ti como tú lo supiste de ellos en una fraternidad como de la que nunca jamás has vuelto a formar parte y que un día y para siempre pasaron a engrosar el elenco de la memoria. De vez en cuando un recuerdo y poco más.

Y aquí que ha llegado el virus, a lo bestia, en plan pandemia, y ha abierto el álbum de fotos mental de más de uno, lo ha desempolvado, lo ha abierto y ha empezado a buscar, y si no ha sido con ese catálogo lo ha hecho con otras agendas sentimentales, y se ha preguntado por éste, por aquél, por ella y por él, por algunos o por muchos que fueron algo importante, que significaron mucho e hicieron tanto por uno en años claves. Suena la voz de una de esas personas en el teléfono y actúa como un resorte. Es alguien a quien no se espera, alguien de quien dábamos por hecho que no volvería a aparecer, alguien cuyo timbre de voz se había ido apagando con el paso del tiempo y que ahora, de pronto, está ahí, otra vez, después de tantos años. El virus, esta situación que ilusamente menospreciamos todos como una anomalía temporal y que ha crecido con una voracidad sin límites, ha activado el mecanismo del recuerdo y ha puesto en contacto después de... ¿después de cuánto? a viejos amigos que se habían perdido la pista y a viejos amantes que optaron por alejarse y decidieron cambiar la pasión de aquellos días por las ensoñaciones solitarias a las que dedicarían todo el futuro que les quedara por delante.

-¿Sabes quién soy?

Se repite estos días en muchos teléfonos. Este encierro cada día más desesperante nos ha empujado a marcar números tan del pasado que en algunos casos han tenido que ser buscados en viejos listines, en agendas de otra época. El virus ha rascado en la memoria y ha levantado capas de tiempo y nos ha obligado a interesarnos por muchos olvidados.

¿Cómo estará...? ¿Qué habrá sido de...? ¿Dónde le habrá cogido esto a...? Nos preguntamos estos días. Y hemos cogido el teléfono y hemos querido saberlo. Y hemos sorprendido a alguien para quien ya no contábamos. Y hemos dado un respingo cuando nos lo han hecho a nosotros. Y hemos tenido una alegría tremenda. Y eso, sí, también lo ha causado el virus.

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