La inmersión acelerada en digitalización a la que nos ha llevado esta pandemia me ha obligado a charlar con mis hijos sobre el uso responsable de las tecnologías. A enseñarles algunas reglas de seguridad, comportarse con prudencia, y reconocer que las mismas normas de educación que rigen en el mundo físico son válidas en el de los bits. Si alguien os insulta, si os acosa, tenéis que dar la voz de alarma, les digo. No podéis, tampoco vosotros, refugiaros en la pantalla para ofender a otros, para lanzar mentiras o improperios. Y para que entiendan que no estoy de broma, añado: si lo hacéis, os puede denunciar la Policía.
El argumento, sin embargo, ha empezado a hacer aguas por el circo que hemos vivido con el jefe de la Policía Local portuense. ¿Qué lecciones puede dar alguien que hace tal uso de sus redes sociales?
No nos confundamos. No estamos hablando de libertad de expresión porque “hija de puta”, “borracho loco” o “me voy a cagar en tu puta madre” no son opiniones. Son insultos, sin más, palabras maleducadas y ofensivas. No sé si estos u otros de los comentarios publicados sobrepasan los límites legales, habría que hacer un análisis jurídico para el que no estoy preparada. Pero sé que estas palabras no son una crítica política.
No estamos hablando de libertad de expresión porque justo quienes defienden este argumento estarían poniendo el grito en el cielo, y con razón, si el jefe del cuerpo lanzara insultos públicos contra el presidente de la Junta o los manifestantes de Las Redes.
No estamos hablando de libertad de expresión. Que yo tenga el derecho a expresarme no me exime de la responsabilidad de mis palabras. Y las suyas lo inhabilitan para ejercer el cargo que ostenta. Yo pongo en duda que alguien que califica sin pudor a un grupo de ciudadanos como “piojosos” vaya a tratarlos justamente; o que quien incita a manifestaciones no autorizadas sea el responsable de decidir qué leyes debo cumplir y cuáles no, como si pudiera elegir.
Alguien que no entiende la repercusión de sus actos no está capacitado para ejercer un puesto de este rango.
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