Me estoy acostumbrando a ver series televisivas porque no son interrumpidas por anuncios y puedo detenerlas. También porque los programas ingeniados para distraer, rara vez consiguen tenerme sentada. ¿Seré rarita? No me importan absolutamente nada los cotilleos de turno. Es más, cuando algún noticiario los emplea, ensañándose con quiénes cometen errores o entran en prisión, hasta me molesta. Hay que diferenciar telediario o programa informativo de la opinión personal del informador. Si buscamos opiniones, lo haremos de la mano de expertos. Nunca a través de titulaciones recientes con escasa sensibilidad. El informativo informa, no opina. No ridiculiza. Tampoco es juez.

¿Tiene gracia que se le pregunte a la infanta que cómo lleva "lo de su marido"? No la tiene. Si ha cometido un delito fiscal o de otro tipo, que lo devuelva y que pague la pena impuesta por el juez. Hasta ahí, creo que todos estamos de acuerdo, pero la crueldad y el sarcasmo están muy cerca del poco talento informativo. No hay justificación para reírnos de los demás ni humillarlos públicamente.

Los ciudadanos deberíamos exigir respeto en los programas y eliminar los que perjudican a la salud mental y la buena educación, sobre todo cuando muchos televidentes son jóvenes imitadores, a los que venden que todo vale para ser famoso y, todo no vale. A la sociedad se nos está olvidando que todo no vale.

Les hablaba de las series. Hemos visto dos capítulos de una donde fluye violencia gratuita desde la Europa más rica al rincón más pobre del tercer mundo. Aparecen redes mafiosas enmarañadas con tráfico de mujeres, drogas, políticos corruptos, polis corruptos, venganzas, blanqueo de dinero… y todo ello con la justificación de una violencia inevitable porque "el enemigo se lo merece". Una especie de Al Capone con acceso informático que ya imagino cómo acabará. Va a desaparecer hasta el apuntador.

A los que crecimos entre películas de héroes, defensa de la justicia en el lejano oeste y vidas ejemplares, nos escuece tanta burla de la fragilidad humana. No es gracioso delinquir. En la vida real necesitamos que triunfe la justicia y, por supuesto, que se cumpla la ley.

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