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La esquina del Gordo

Jornada de reflexión

Sería una oportunidad para que se apearan de sus soberbias, de sus altanerías...

Sí, ya sabemos que esto es un sarcasmo; que es ridículo pensar que después de cuatro años de incertidumbres y de sobresaltos se dedique un solo día para meditar. No sé si para saber en qué nos hemos equivocado o en cómo nos han venido engañando. Pero hay que entender que este día, mañana, es el de la conjunción astrológica, el resumen de todos nuestros fracasos como votantes y, en la práctica, el único donde las conciencias de los aprovechados late con un ritmo más acelerado ante el riesgo de perder todos sus privilegios e impunidades. Es un decir, porque en realidad los que se enganchan a esa teta inagotable gracias a los sudores de todos, siempre tienen un hueco para seguir mamando aunque sea pisoteando su dignidad.

El único problema latente es que, a pesar de todo, la suerte y las desgracias ocurren en el instante más inesperado, sin necesidad de grandes preámbulos; solo hay que acordarse de san Pablo y el tropezón de su caballo. Pero en realidad a lo que quiero referirme es que este día de reflexión no debiera estar enfocado hacia los que permanecemos en la piara, que ya sabemos de qué va la cosa, sino hacia los que viven del cuento; sería una oportunidad para que se apearan de sus soberbias, de sus altanerías, de sus vanidades y limitaciones y sustituir sus promesas de carajotes para carajotes cum laude por una relación pormenorizada de sus errores y pedir perdón por ellos.

Salvando las distancias, algo parecido a lo que hizo Lutero colgando en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus tesis con las que cuestionaba a la Iglesia Romana -el Sistema- de la que él aún formaba parte. "El poder y la eficacia de las indulgencias". Claro que esto ocurrió hace 500 años, nada, según el pinchapedos de López Obrador, sobre todo cuando hasta el mismo Papa actual parece aceptar en parte lo que Lutero exponía en sus 95 puntos. Hoy, acaso, para los políticos, con que se aplicaran un par de docenas de aquellas tesis podríamos alcanzar la gloria terrenal, que para gozar de la eterna ya sabemos que tenemos que estar bien jodidos en esta, y de sobra lo estamos.

En vez de lazos amarillos deberían clavarse una veintena de aquellas cuestiones en las puertas de todas la instituciones, iglesias incluidas, para repasar las originales de Wittenberg y, mejor, si se sustituyera la palabra Papa por Estado, es decir, por los poderes que él representa al margen de condicionantes religiosos; todas nos vendrían de perlas, sobre todo para actualizar las ideologías, poseer más derechos (y obligaciones) y no depender de poderes artificiales e indulgencias previo pago de su importe.

¿Se imagina?: "Señores y señoras, pido perdón por mis incapacidades, por mis soberbias, por mis altanerías, por obligarlos a pagar impuestos en nuestro beneficio, por restringirles las prestaciones, por faltarles al respeto". ¡Menuda revolución! La francesa y la bolchevique podrían compararse al juego de la oca o del parchís.

Reflexione, reflexione.

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