Aún recuerdo aquel televisor en blanco y negro, los rostros serios de los míos; el frío, que sin ser invernal se dejaba notar tras el verano; y el eterno recuerdo de aquellos que se fueron.

Eran los tiempos de la castaña, del olvido, del mundo sin color que un año tras otro nos deleitaba con aquel inmortal, porque siempre era el mismo actor prendado de la eterna Doña Inés.

Los tiempos fueron pasando, y aún recuerdo aquella lejana 'Objetivo en Birmania', de Errol Flynn, de colores verdes intensos de la jungla, que fue la primera peli en color que vi, justo antes de la muerte que trajo la incertidumbre tras años de tranquilidad para quienes ni querían ni sabían querer de política.

Después de aquello hasta la calabaza del Un, Dos, Tres, la Ruperta, dio paso a una alternativa a Don Juan del alma mía. Los tiempos cambiaron y mi amigo Wiston, que vivía allá por las casas de al lado del casino, y que además de americano era negro, y no jugaba al baloncesto, nos invitaba a lo que para ellos era una fiesta y para los míos el drama de limpiar mármoles y cambiar flores de plástico.

Las castañas siguieron calientes y el aguardiente siguió acogiendo a las uvas de cara a la navidad. Pero algo cambio en nuestras vidas. Noviembre ya no comenzaba con el llanto desconsolado de los que ya no están, había más diablos que santos y el ambiente se fue cargando de un precarnaval  que a mi siempre me dio miedito.

Ahora muchos que aún ni habían nacido cuando los primeros americanos llegaron a Rota piden la purísima concepción de la tradición tradicionalista del tenorio. Otros se apuntan al carro de la crítica sistemática… y yo sonrío, sonrío porque desde el punto y hora de que algo ni ofenda ni haga daño bienvenido sea; porque al fin y al cabo, como las pensiones, gobierne quien gobierne haremos lo que le guste al de turno, como aquellos maravillosos carnavales del alcalde del coro de Puerto Real.

Y así, gracias a Dios, y desde el mas profundo respeto a los amigos del Tenorio, los que prefieren a Ruperta vivirán su particular homenaje a los muertos vivientes. A mi, sinceramente, miedo me da la escena del cementerio de Don Juan, y pánico cruzarme con Maléfica y sus cuernos de punta… creo que mejor me quedo comiendo castañas.

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