¡Irse a un hotel!

Ayer exhibían sus cojones, pero antes les veías sonrientes, tomando canapés en las recepciones oficiales, comparando marcas de acondicionador para el cabello graso

¡Inmundos!, pensó Pablo Iglesias en voz alta, la camisa gris planchadamente oculta bajo una americana del Zara, ondeando cual bandera insigne de La Nueve. El guerrero con coleta frente a los diputados de Vox, ajustándoles las cunetas pendientes en su cerebro de Robespierre ex-vallecano. No desprecia a los henchidos infanzones de Abascal, va más allá. "España se quitará de en medio la inmundicia a la que ustedes representan", espetó a María de la Cabeza Ruiz, diputada de Vox, sin aclarar a cuál de las Españas se refiere.

Los surcos del azar, de Paco Roca, es una novela que recomiendo vivamente a cualquier político. Es de dibujitos, con lo que pueden entenderla hasta los tontos del ojo moreno. Esta ópera gráfica narra la vida de los exiliados republicanos españoles que sirvieron bajo el mando del general Leclerc en la Segunda Guerra Mundial. Españoles valientes que, como dice Rafael Marín de Magallanes y Elcano en Victoria, "eran hombres de hierro en mares infinitos". Pero ya no estamos en 1936, amiguetes, ni, por sorprendente que parezca, tampoco en el 78.

María Ruiz afirmó en el hemiciclo que las residencias son "casas de los horrores", acusando al gobierno de dejar "encerrados y condenados a muerte" a los ancianos confinados en ellas. La Villaviciosa concejala de Odón subió el tono dialéctico y puso Alfonso Merlos perdido al líder de todas las unidas podemas. Poco más hacía falta para desatar al Sifredi de Galapagar, que se solazó como Luis XV al llegar a la batalla de Fontenoy, "¿Es aquí donde estamos derrotando a los ingleses?", al tiempo que desabrochaba la bragueta para azotar a la diputada con su centenario Partido Comunista hasta que sangrara o sangrase.

Dice bien Malinowski que "la antropología es el estudio del hombre abrazando a una mujer" y qué son, si no, Iglesias y Ruiz, apenas una sombra desnuda y apretada. María entró a matar como si fuera Ruiz… Miguel y el morlaco se le arrimó a las ancas, buscándole el revolcón. Qué mejor manera hay de contestar las muertes de ancianos en los geriátricos y los dos mil contagios diarios que tildar al enemigo de inmundo y aludir a un pasado donde los que vestían horrendas camisas grises eran "los otros".

Recuerda Pancracio Celdrán en su Gran Libro de los Insultos que Pérez Galdós nos hablaba en La primera república (1911) del "inmundo y hediondo bicharraco". "Vox no tiene más patria que su dinero. Es un partido de grandes apellidos y poca vergüenza", atacó Iglesias mientras su rival bufaba, roja (por una vez) de la ira. Me ofusca sobremanera esta tensión sexual no resuelta que hay entre los herederos de Fraga y de La Pasionaria. Ayer exhibían sus cojones, pero antes les veías sonrientes, tomando canapés en las recepciones oficiales, comparando marcas de acondicionador para el cabello graso. ¡Irse a un hotel!, debieron haberles gritado. Pero a uno inmundo y hediondo, añado yo.

Juegan los inmundos parlamentarios con nuestros muertos en un desahuciado congreso y Sánchez los observa entre divertido e intrigado. Me recordó a lo que contaba Juan de Mairena sobre aquel irlandés optimista que, lanzado al vacío desde un quinto piso, decía por el camino hacia el acerado: "Hasta ahora voy bien".

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