La esquina del Gordo

Intermediarios

Cuando hoy se habla a boca llena de libertad, siempre surge el escéptico de turno

Hace más de cincuenta años que Los Sabandeños, una agrupación de música popular canaria por la que no pasa el tiempo, crearon una de sus composiciones más famosas. La llamaron Polka Frutera aunque en la memoria colectiva ha quedado con el nombre de Polka del Intermediario.

Su letra, para aquellos tiempos, fue una -¿la primera?- denuncia pública del canalleo que siempre ha circulado entre los que se dedican a intermediar entre el productor y el consumidor, tan de moda hoy gracias al reconocimiento tácito de mayoristas, distribuidores, comisionistas, acaparadores y árbitros de cualquier mercancía.

La letra no tiene desperdicio. Empieza: "Quién es ese elegantísimo, orondo y gran caballero / ese es un intermediario, en el negocio frutero… ", continúa: "De quién es ese vapor, de quién es ese velero / eso es de un intermediario, en el negocio frutero" y termina: "Quién es ese potentado, quién es ese consejero / es todo un intermediario, en el negocio frutero / Quiere darme cinco duros pa' comer, caballero / Quién sos tú / Yo soy un hombre de campo, agricultor platanero".

En realidad todo esto que digo no deja de ser una muestra más de la indefensión que padecemos los ciudadanos de a pie por todos los que tienen la más mínima oportunidad de ejercer su poder, cualquier poder, si lo ejerce con una impunidad tan evidente que ni siquiera la justicia, interviniendo muy de cuando en cuando, es capaz de erradicarlos.

Me equivocaré, como tantas veces, pero los intermediarios de hoy me recuerdan a los estraperlistas de ayer sobre los que corrían un tupido velo los encargados de acabar con sus felonías, cometidas a ojos vistas con la complicidad vertical y horizontal del propio Estado y la sociedad aborregada incapaz de denunciar nada. Lo cual significa que cuando hoy se habla a boca llena de libertad, siempre surge el escéptico de turno para recriminar con un ¡ejem, ejem! a los que están arriba, bien en despachos suntuosos o detrás de los mostradores, que en la mayoría de los casos vienen a ser la misma cosa. Anote usted mismo las excepciones que quiera.

Cierto es que hoy existen coartadas sangrantes para perpetuar estos procedimientos, entre ellas están el libre comercio y la globalización que obliga a comprar -y consumir- patatas, legumbres, aceite, naranjas extranjeras de peor calidad que las que producimos aquí pero que dejan mayor margen de beneficios para los traficantes. Pero, claro, de alguna manera hay que equilibrar la balanza de pagos, para que vivan mejor los poderes políticos, económicos y los chupasangres que forman el cuerpo general de los modernos estraperlistas: los intermediarios.

Comprendo que nada de esto tiene el menor interés; si lo tuviera, los medios de comunicación estarían a diario denunciándolo. Pero, no, es más importante destacar las opiniones de los grandes pensadores sobre bragas y braguetas que, culturalmente bien mirado, no dejan de ser, en lo rastrero, los códigos morales que hoy se estilan.

"Vayan días y vengan ollas", que dijo Sancho.

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