Análisis

josé antonio vera luque

Incompatibilidades puñeteras

Mosqueo tengo colega. Absténganse de hacer comentarios los defensores del acoso y derribo al gadita reconcentrado de las tres cés: Cádi, Cannavá y Cofradías. Yo pertenezco a dos tercios del selecto club, concretamente al del balón y el del papelillo, y tengo que confirmar la incompatibilidad de ejercer a tiempo completo en ambas disciplinas.

Dos partidos en Carranza llevamos ya a las nueve de la noche en plena época de ensayos vertiginosos. Dos. Esa atención permanente al día a día amarillo que uno se lleva currando desde agosto, se va al garete en cuanto Don Carnal llega arrasando con todo. Y ese control de los titulares, de los goles marcados y de las tarjetas acumuladas, se difuminan en el momento en el que te reincorporas a la grada dos meses después del último partido en el que ocupaste tu butacón de abonado. Y descubres que hay tres nuevos jugando, o que el equipo que nos perseguía en la clasificación va seis puestos más abajo. El cadista chirigotero despierta de su época de hibernación futbolera y parece que redescubre el mundo.

Eso, si no tienes la suerte de que te llamen para cantar por ahí todos los fines de semana, lo que dificulta aún más tu pertenencia a la tribu balompédica manteniendo el vínculo emotivo con el equipo de tus amores mediante vía radiofónica subido en un autocar. Ojalá el don de la ubicuidad a ratitos y poder compaginar cuplesitos y goles de coco del Choco Lozano. Quien fuera el Padre Pío, aquel fraile que gracias a dicho don, a la vez que tendía una lavadora, veía el Netflix. Que suertudo.

Con temblores me hallo cada vez que pienso que el día del glorioso retorno a Primera, la ciudad se derrumbe y yo cantando, como un verso de Silvio. Ya me pasó el año del Chapinazo, que celebramos salpicando el agua de una fuente de Lucena. Que vida esta más complicá.

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