Análisis

Paco Carrillo

Ídolos (y 2)

El pueblo jamás se equivoca, mucho menos desde que aparece en las redes sociales

Si la semana pasada conté mi trabajo de campo (y playa) siguiendo la terapia impuesta por mi equipo psiquiátrico habitual para elegir a mis ídolos contemporáneos, di preferencia a mis ídolas; ¡qué descanso, oiga! Hoy le toca el turno a los del género masculino o mediopensionista, santos, santos, santos.

Claro que para esta versión, por razones obvias, he partido de un condicionante previo, admitido como irrefutable por mi clínico de confianza y hemos llegado a un acuerdo previo: para mí, como para la inmensa mayoría, el ídolo indiscutible de la historia reciente ha sido, es y será Fernando VII. Lo siento por los que no estén de acuerdo, pero para los que creemos que fue la criatura más enternecedora, más sublime, más sensible del orbe, hay que reconocer que desde entonces solo ha habido imitadores aficionados en cuanto a entrega generosa hacia los demás y en amor hacia su pueblo. No en balde lo llamó "El Deseado", y el pueblo jamás se equivoca, mucho menos desde que aparece en las redes sociales con sus faltas de ortografía a cuestas, termómetro de su sabiduría y de infalibilidad de sus juicios.

Como comprenderá, han sido horas, días, semanas de intenso trabajo para sobreponerme a las verdades oficiales de temporada, y han sido tantos los que han pasado por el cedazo que, como en el caso de las ídolas, he tenido que marginar las ideologías con tal de no perder la singularidad propia del ser humano aunque hoy se desprecie y se haya sustituido por las mayorías aborregadas.

Por tanto y como queda dicho, exceptuando a mi ídolo inpemporal, he rastreado a todos los contemporáneos con una cierta repercusión mediática: políticos, mandos intermedios, cantantes, escritores, artistas… ¿se da cuenta del esfuerzo? Bueno, más ímprobo desde la santa transición a nuestros días donde reinan los trampantojos y los pinchaúvas.

Risto Mejide, Ramoncín, Gran Wyoming, Puigdemont, Arenas, Matamoros, Jorge Javier, Aznar, Iglesias, Torra, Zapatero, Sánchez… Difícil, ¿eh? Sociología, antropología, psiquiatría, psicología, genética, ciencias políticas, pedagogía… incluso gramática parda han sido las disciplinas barajadas para no errar en la elección de mi ídolo actual, insisto, heredero de aquél noble ser acaparador mayoritario de todas las admiraciones.

Por fin y pese a que he discrepado con mis especialistas, el agraciado ha superado al séptimo Fernando en simpatía, en carisma, en profundidad de pensamiento, en respeto hacia los demás, en sensibilidad, en virtudes morales. Aquí no hace falta ni redoble de tambor; estaba cantado antes de empezar: José Luis Rodríguez Zapatero, lo más tierno parido por madre alguna, exceptuando, claro está, a doña Maria Luisa de Parma, que lo fue del ínclito.

No obstante he tenido mis discrepancias con los psiquiatras, simplemente porque no comprendían mi decisión de llevar la foto de ambos en la cartera y porque, en buena lógica, tendría que sustituir la de ZP por la del crupier en funciones que nos ha tocado en suerte, acaparador de todas las virtudes, cardinales y teologales, conste, porque en las políticas no entro. Están al alcance de cualquier mediocre con jeta suficiente.

Y en esa estoy, que en la cartera tendré que llevar un tríptico. Menos mal que nunca llevo dinero en ella porque soy de los modernos que pagan con el móvil.

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