Al igual que los cuerpos fosforescentes, que captan la luz y la devuelven en la oscuridad, imaginemos que las caracolas poseen la mágica propiedad de registrar el sonido del fondo del mar, la misteriosa canción de los peces y el rumor de algas y corales, y devolverlo al sacarlas del mar. Podríamos llamar 'fonescencia' a este fenómeno.

Del mismo modo, el término 'humanescencia' aludiría a la capacidad del ser humano de devolver a sus semejantes todo cuanto bueno ha recibido durante su existencia.

Hay un día en la vida de las personas en el que la humanescencia sale sola, sin forzar. Y no es patrimonio de nada ni de nadie. Aunque algunos confunden las señales y la dejan pasar de largo. Una pena.

Sí, la humanescencia queda al alcance de todos, de la gente corriente y también de los grandes personajes. Unos la manifestaron a través de sus ganancias, como Elías Ahuja, un gaditano emigrado a Estados Unidos, que allá por los años de la República regresó y dedicó su fortuna a favorecer a su ciudad y a sus conciudadanos. Es sabido que los golpistas de julio del 36 lo corretearon hasta Gibraltar, para regresar a Estados Unidos. Allí murió en 1951.

Otros, como Stefan Zweig, mostraron su humanescencia con su cultura, su obra.. y hasta con el sacrificio de su vida. O con su sabiduría, ejemplo y bondad como Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, que presenta hoy la conmovedora fe de un viejo árbol que lo entrega todo sin exigir nada a cambio…

Cada cual que añada los ejemplos que quiera. Y que nadie se equivoque: la humanescencia no es una blandenguería.

Yo, por mi parte, espero que llegue ese día en que aparezca ante mí, en todo su esplendor, mi infancia en aquella Puertatierra beduina y luminosa, mis alegres años universitarios, mi ya lejana paternidad, mis lecturas, mis amoríos, todos aquellos de los que aprendí algo… para abrazar la sencillez y la austeridad.

Ese día quedará sellado mi compromiso con el débil. Y aceptaré que el mar ha devuelto cada piedra que le tiré.

Ese día me confiaré al dios de las cosas pequeñas, me quedaré con apenas un puñado de obligaciones que cumplir y otro de derechos que ejercer. Y sabiendo que nada es para siempre.

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