La esquina del Gordo

Hora de pensar

Es tan estúpido creer que son las ideologías las que nos salvan; lo importante es que cada cual sepa pensar, para después, libremente, saber encontrar el camino correcto para llegar a la meta que, posiblemente, esté en el centro de uno mismo

Tiene que venir un cataclismo como el que estamos viviendo para llegar a la conclusión de lo necesario que es saber pensar, no porque con ello evitemos las catástrofes, sino porque sin ello jamás podremos encontrar soluciones adecuadas.

Pensar no es lo mismo que recordar. Recordar se limita a retener en la mente algo del pasado. Pensar es algo más complicado: Formar o combinar ideas o juicios, examinar algo con atención para poder opinar después sobre una persona o acontecimiento. Recordaremos siempre que los que debieron pensar no supieron hacerlo.

Será porque en nuestra educación ha prevalecido la nemotecnia —capacidad de memoria— antes que el razonamiento —facultad de la inteligencia para ordenar y relacionar ideas—. Puede ser, no es hora de pontificar; lo cierto es que hay momentos en los que todas las capacidades de la inteligencia son necesarias porque todas deben ser utilizadas, sobre todo cuando, como ahora, se ponen de manifiesto las responsabilidades personales que obligan a mirar a los demás como lo que son antes que cualquiera otra consideración ya sea profesional, social o política: seres humanos, y que ante esto no caben ni excusas, ni pretextos, ni perdón para los inútiles que están arriba en los escalafones, ya que son ellos los primeros en la obligación de dejar constancia del porqué han llegado hasta ahí. 

Por sus hechos los conoceréis, dijo San Mateo, que de tonto no tuvo un pelo: publicano, o sea, ¡arrendador de los impuestos o rentas públicas y de las minas del Estado, en la antigua Roma, nada menos! No hago juicios de valor, pero si es suya la frase que se le atribuye, podría aventurarse que todos los hechos de los hombres, nacen de una condición moral y que ésta está por encima de todas las ideologías y religiones.

¿Qué en todas se muestran caminos para alcanzarla?, es posible, pero que están a merced de egoísmos e interpretaciones personales tampoco hay duda y, moralinas aparte, es lógico deducir que si el pueblo supiera pensar no se llegaría a las impunidades que hoy se ven, al fin y al cabo señuelos hechos a medida para que nadie piense.

Los más optimistas están convencidos de que después de la pandemia habremos aprendido la lección. No la de aplaudir por los balcones, ni la de llevar mascarillas, sino que el comportamiento social habrá dado un vuelco para mejor. No sé, ojalá. No obstante, ya se advierten serias dudas cuando las soluciones no dependen de la buena o mala voluntad de los encargados de proporcionarlas, sino del olvido de que inmediatamente después del derecho a la vida, todo ser humano tiene que ser respetado en su dignidad y que todo lo que atente contra estos dos principios fundamentales debe ser extirpado de la sociedad no cuando el mal ya está hecho, sino con anticipación suficiente.

Por eso es tan estúpido creer que son las ideologías las que nos salvan. Lo importante es que cada cual sepa pensar, para después, libremente, saber encontrar el camino correcto para llegar a la meta que, posiblemente, esté en el centro de uno mismo.

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