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Reunirme con familiares de presos es siempre una experiencia que me ha dejado huella. Cuando digo familiares debería decir madres de presos porque son ellas, en la mayor parte de los casos, quienes están cerca de sus hijos cuando caen presos, sobre todo si son jóvenes. Si están casados, las esposas y las madres comparten ese cuidado. Los varones no suelen asistir mucho a esas reuniones.

José Martí escribió: "Hay un solo bebé hermoso en el mundo y cada madre lo tiene". Esa frase es verdad en todas las etapas de la vida, y eso no cambia por el hecho de que el hijo esté preso. A la luz de la justicia el hijo o la hija podrá ser condenado por haber cometido un delito pero eso no modifica en nada el que siga siendo su hijo o su hija. Lo seguirá amando y defendiendo por encima de todo. Luchará por él, y nunca lo abandonará.

Esas madres son muy realistas: reconocen que su hijo se ha equivocado y debe pagar por ello, pero mientras estén en la cárcel, harán por él todo lo que puedan. Trabajarán y se sacrificarán para llevarle la comidita que le gusta y para que tenga la ropa necesaria. Si el preso ha sido víctima de un abuso lo defenderán ante las autoridades de la prisión. Son las mejores abogadas pero, a la vez, pueden llegar a ser los jueces más severos de sus hijos. Si, por ejemplo, los hijos se pelean (se "fajan", decimos en Cuba) y son sancionados por ello, peores que el castigo pueden ser las palabras de la madre, de modo que el hijo tema más éstas que aquel.

Martí decía que "la única ley de la autoridad es el amor". Los presos saben que el de su madre es un amor incondicional para ellos y por eso la respetan tanto y esperan tanto de ella. Si alguna vez una madre falta a la visita, el hijo o la hija le reclamarán y le harán ver cuánto la han necesitado.

He aprendido mucho de ese amor incondicional de las madres de presos por sus hijos. Ojalá tengamos quien nos ame así, que nos defienda y exija cuando haga falta. Ojalá seamos capaces de amar así.

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