El genial retratista gaditano entra a formar parte de la Academia de San Fernando de Madrid, la gran institución artística española, centro aglutinador de las esencias del Arte en España. Hernán Cortés atesora méritos para eso y para cualquier otro tipo de reconocimiento. Pero, quizás, sea en la de San Fernando donde su suprema potestad de artista en ejercicio tenga su más justa cabida y su más cabal posición.

Hernán Cortés que no le hace falta, ni mucho menos, un tratamiento máximo porque su obra lo tiene con creces, sí, en cambio, puede aportar muchísimo a la docta corporación madrileña. En primer lugar algo de criterio, cosa del que adolece claramente el estamento artístico. El pintor gaditano está en posesión de un sentido artístico riguroso, serio, de carácter, de mucho carácter; su pintura plantea los mayores y los mejores valores de un Arte sin tiempo ni edad; un Arte que no ofrece duda, que no es producto de la espontaneidad y que asume todos los planteamientos creativos de lo que, siempre, se ha considerado pintura verdadera y sujeta a la máxima dimensión artística.

Con Hernán Cortés en la Academia de San Fernando el espíritu que ha venido manteniendo desde su inauguración, potenciará su consideración y mantendrá el rigor en una creación muy necesitada. Porque el Arte actual adolece de muchas cosas. Se encuentra indefenso ante unas injerencias externas -galeristas, críticos, directores de centros de arte- que imponen potestades y crean las mayores incertidumbres. Su desarrollo navega por un océano encrespado donde es dificilísimo mantenerse a flote. Los cincuenta y tantos académicos que componen la nómina de la corporación de la calle de Alcalá, deben configurar, ahora más que nunca, los postulados de estas prácticas artísticas que, en la mayoría de los casos, se encuentran bastante indefensas y con escasas argumentaciones. Hernán Cortés, que como artista lo tiene claro, puede ser un magnífico impulsor para crear las mejores proposiciones para un Arte sobre cuya proyección se ciernen nubes borrascosas. Hernán Cortés es un pintor modernamente clásico. Sus retratos son elementos ejemplares de un Arte atemporal; sabias composiciones que reflejan mucho más de lo que ilustra la figura del representado. Sus obras transmiten, sin falsedades, episodios equívocos, efectismos ficticios ni imposturas absurdas una realidad manifestada con la más absoluta rigurosidad para que la obra, además de expresar el objetivo final del retratado, deje entrever una obra de belleza absoluta y apasionado convencimiento. En cada obra de Hernán Cortés, además de su aplastante perfección técnica, se manifiesta una gran sabiduría conceptual, un conocimiento de la personalidad del modelo, una sabia interpretación psicológica y una sobria estructura compositiva para que el desenlace no quede desvirtuado por exuberancias epidérmicas innecesarias. Sus retratos presentan sutileza en la composición y elegancia en cada trazo dibujístico, dejando que la realidad no ofrezca la menor duda.

Por eso, la figura de Hernán Cortés es idónea para una institución cultural como la Academia de San Fernando. En él, en su concepción artística y en su manera de observar y considerar el Arte, no caben reveses. Su fuerte personalidad creativa y su intencionalidad hacia lo mejor redundará, sin duda, en beneficio de esta Real Academia de Bellas Artes creada en 1752 y, por extensión, a todo el Arte en general.

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